Friday, June 26, 2020

28 de junio de 2020 - el decimotercero domingo del tiempo ordinario - 2 reyes 4: 8-11. 14-16a, Mateo 10, 37-42

       Les damos la bienvenida a la misa de este decimotercero domingo del tiempo ordinario. Hoy, en nuestra primera lectura, escuchamos sobre el hombre santo Eliseo, quien asumió el manto del profeta principal de Dios del gran profeta Elías. Me encanta esta historia de hospitalidad, de una pareja que no solo le da la bienvenida a Eliseo a su hogar en medio de sus viajes, sino que le prepara una habitación en la que puede descansar.  Me recuerda la hospitalidad y la bienvenida que yo recibí de maneras diferentes cuando viajaba como misionero en Canadá y Ecuador en América del Sur. Con esta pareja sin hijos, Eliseo bendijo a esta pareja con un hijo. El resto de esta historia, que no escuchamos en la lectura de hoy, es una historia de muerte y resurrección.  Cuando el niño alcanza la edad en que puede acompañar a su padre en su trabajo en el campo, se enfermó y murió. Solo podemos imaginar que estos padres estaban devastados y afligidos por la muerte de su único hijo. Era un desafío para su fe. La madre tenía fe y confianza en Eliseo, un hombre santo de Dios. Ella viajaba para ver a Eliseo en un largo viaje para tratar de restaurar la vida de su hijo. Se aferraba a Eliseo cuando llegaba a su hogar. Ella no quería regresar a su casa sin la promesa de la recuperación de vida de su hijo. Reflexionando sobre esta lectura, yo pienso en María, la madre de nuestro Señor que veía la muerte de su hijo en la cruz.  Ella llevaba ese dolor en su corazón. Eliseo respondió con la restauración de la vida de su hijo. De la oscuridad de nuestra vide, Dios trae luz y vida. La madre en esta lectura refleja el dicho que escuchamos en el Evangelio de hoy: “Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.”
     De hecho, los mensajes que escuchamos de Jesús en el Evangelio de hoy me recuerdan la literatura de sabiduría que escuchamos en el Antiguo Testamento. Lo que dicen estas palabras en el Evangelio es que hay dolor y desafío en nuestro camino como discípulos de Cristo en la manera que tratamos de vivir según los valores de nuestra fe.  El dolor y el sufrimiento que sufrimos por nuestra fe no son buenos en sí mismos, pero son consecuencia de que tratamos de ser fieles en medio de circunstancias difíciles y ante el desánimo. Cristo nos dice en el Evangelio de hoy: "Él que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.”
      Tomamos nuestras cruces de diferentes maneras en los últimos meses, incluida la realidad de una pandemia que está lejos de terminar, incluida la reflexión de los problemas sociales legítimos que tenemos como sociedad, pero que se manifestaron no solo en protestas pacíficas, sino también en actos de violencia y destrucción. Ha llegado al punto en que no podemos mirar nada en el internet sin un mensaje de odio, juicio o acusación. Necesitamos tener la sabiduría durante este momento difícil. Como la mujer valiente en el Evangelio, necesitamos mantener la fe y los valores de nuestra fe.  Que siempre podamos sentir la presencia de Dios con nosotros guiándonos en nuestro camino. 

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