Escuchamos mucho del profeta Isaías durante las cuatro semanas del
adviento en esta temporada de espera y de preparación antes de la celebración
de navidad. Isaías fue un gran profeta y mensajero en Israel. Él predicaba el
nacimiento del Salvador. Isaías nos proclama hoy - "El pueblo que andaba en tinieblas vio
una gran luz." Sabemos que la luz que Isaías se refiere es Jesucristo, cuyo
nacimiento celebramos hoy.
En verdad, venimos juntos como una comunidad de fe a la Eucaristía
para celebrar el nacimiento de nuestro Salvador. Venimos para celebrar nuestro Dios que se hizo hombre, que se hizo
niño pequeño. Venimos a participar y celebrar en la misa esta Noche Buena. Alegrarnos de este suceso tan increíble y único, como vinieron otra
noche unos cuantos pastores en el campo con su rabaño, a asistir a su
nacimiento y a rodear su cuna. Pero, ¿qué pasa realmente en
Navidad? ¿Qué hace Cristo para nosotros en Navidad?
En realidad, Cristo viene a traernos la luz. La luz de Cristo puede cambiar nuestra vida y nuestro mundo. Es una luz que puede ayudarnos con las miserias y las limitaciones
que existen en nuestra vida. Es una luz que exige cambios en nuestra existencia.
Cristo viene al mundo para llenarnos de alegría. En el Evangelio de hoy, el ángel anuncia a los pastores: “No teman,
les traigo una buena noticia, que causara gran alegría a todo el pueblo”. Es un mensaje de alegría, porque tenemos un Dios de amor y
misericordia, un Dios que quiere acercarse hasta el hombre, que se hace hombre. Dios está con nosotros en nuestro camino. Él comparte nuestras penas y miserias, nuestras angustias y
esperanzas. En el niño Jesús que nació en el pesebre en Belén, Dios vino para
traernos la salvación y la vida eterna. Cristo vino para traemos la felicidad, una felicidad que traspasa
todos los horizontes terrenos para llevarnos a la felicidad verdadera que
existe solamente en nuestra fe y en nuestro Dios.
Estamos en el camino del Año
de Misericordia declarado por el Papa Francisco. Debemos ser misericordioso como Dios Padre. Nuestra misión diaria es convertirnos en luz. Que la luz de Cristo nos penetre, nos transforme, nos guie. Nuestra misión es convertirnos en alegría y ser testigos de la
alegría cristiana. El mensaje de Cristo es un mensaje de luz y salvación, no de
condenación. Es un mensaje de liberación, no de opresión. Es un mensaje de alegría, no de tristeza.
Mis hermanos, el nacimiento de Cristo que hoy celebramos es el
nacimiento de Dios con nosotros, por supuesto, pero es nuestro nacimiento también. Es el nacimiento
de nuestro camino de fe. Esta noche tiene que nacer algo en cada uno de nosotros. La maravilla de esta noche de Navidad es que el Niño Dios, en el corazón
de cada uno de nosotros, pueda volver a nacer y a vivir.
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