En la eucaristía, damos gracias por nuestra fe y por la salvación que
tenemos en nuestro Señor Jesucristo. Estamos en la temporada de navidad, cuando celebramos el nacimiento
de Cristo. Hoy, celebramos el fin del año de 2015 y inauguramos el nuevo año de
2016. El primer día de enero, nuestra Iglesia católica tiene la jornada
mundial de oración por la paz. Este día, el Papa Francisco anuncia un mensaje de paz al mundo. Cuando yo estaba en Roma con un grupo de jóvenes de nuestro diócesis
en 2011 por la misa de María, la Madre de Dios, yo me recuerdo esta experiencia
de escuchar al mensaje de paz del Papa. Hoy, en la solemnidad de Santa María, la Madre de Dios, honramos
nuestra Madre y la Madre de Jesucristo.
En la primera lectura del Libro de los Números, escuchamos a una
bendición que Dios da al pueblo de Israel. Dice esta bendición: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su
rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la
paz.” Dios expresa su fidelidad y su bondad a su pueblo con esta bendición. La encarnación de Jesús en nuestro mundo, nacido de la Virgen María,
es una bendición para todos los hombres, una bendición en la historia de
salvación que tenemos en Él. Cuando María escuchaba el mensaje divino que los pastores recibieron
en el Evangelio de hoy, María conservaba este mensaje en su corazón y meditaba
sobre su importancia. Con la encarnación de Dios en el mundo, con el papel de María en la
historia de salvación, Dios está con nosotros.
Con demasiada frecuencia, Señor, damos la espalda a los muchos
problemas del mundo, que parecen demasiado grandes, demasiado
complejos o demasiado lejanos.
Perdónanos nuestra indiferencia.
Es más fácil, Señor, ver solamente lo que nos rodea:
nuestras vidas, nuestros hogares, nuestros desafíos.
Perdónanos nuestro aislamiento.
Ayúdanos a ver con tus ojos:
ojos para fijarnos el uno en el otro
y para ayudarnos a entender.
Ayúdanos a soñar tu sueño:
de comunidades que se acercan y dialogan
y donde diversas personas cooperan creativamente.
Ayúdanos a ser personas solidarias y de acción,
tan conmovidas por la oración, el encuentro y la comprensión
que la paz pueda hacerse realidad.
Amén.