Sunday, February 25, 2018

4 de marzo de 2018 –homilia - el tercer domingo de Cuaresma - ciclo B – Juan 2:13-25


     Jesús entró el Templo de Jerusalén, un lugar muy santo y muy sagrado.  Es el Templo de Dios, el Templo de su Padre.  En este lugar, Cristo miró muchas cosas: los vendedores con sus animales y hombres cambiando el dinero.  ¿Todo de eso en el Templo de Dios?  ¡Increíble! Una barbaridad en este lugar sagrado.
      Los judíos quieren una explicación, un signo que puede explicar las palabras y las acciones de Cristo en el Templo.  Pero, Cristo respondió con las palabras enigmáticas que no dan claridad a sus preguntas.  Respondió que ellos pueden destruir este templo, y en tres días, lo levantará.  Pero, Cristo, no hablaba sobre un templo de ladrillos y piedras.  El hablaba sobre el templo en nuestros cuerpos humanos.   Como los judíos fueron al Templo en Jerusalén para un encuentro con Dios, en nuestro mundo moderno, vamos a nuestra parroquia cada domingo para tener un encuentro con Dios.   Encontramos nuestro Señor en este edificio en nuestra comunidad cristiana, en la iglesia, en nuestros hermanos en Cristo. Somos el nuevo Templo como Jesús era el Templo de Dios que resucitó en tres días después de su muerte en la cruz. 
      Nuestro espacio sagrado en nuestra parroquia es un lugar donde podemos encontrar Dios, donde podemos tener una experiencia con la presencia divina con nuestra comunidad de fe.   Pero, también, no podemos olvidar que el nuevo Templo de Dios está presente en cada ser humano.  No podemos quedar fijado en la presencia de Dios en un edifico, porque Dios supera los limites de un lugar físico. 
       Muchas veces, queremos poner los limites en nuestras relaciones con Dios, limites en nuestra experiencia con él.  A veces, queremos poner nuestro Dios en una caja.  En Cristo resucitado, tenemos un encuentro con Dios vivo.  Los vendedores y los mercaderes en el Templo en el Evangelio estaban allí para su propio interés, para su propia ganancia.  Necesitamos abrir nuestros corazones a la voluntad de Dios, a Cristo que vive en nuestra presencia, al mensaje del Evangelio.  
       Estamos aquí en la temporada de cuaresma con Dios.  Tenemos las disciplinas de oración, de obras de caridad, y de ayuno para practicar durante estos 40 días.  Estas disciplinas pueden ayudarnos en nuestra camino de fe.  Si, Cristo vive.  Él vive con nosotros en una manera especial durante la temporada de cuaresma.   Demos gracias al Señor por esta presencia y este camino cuaresmal. 

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