El primer domingo de Cuaresma siempre comienza con la historia de Jesús y su experiencia en el desierto, de sus pruebas y tentaciones en el desierto. La tentación es algo que tenemos que enfrentar en nuestra vida de fe. De hecho, parece que estamos tentados de una manera especial durante la Cuaresma. Podemos renunciar algo como el chocolate durante la Cuaresma, y durante el año, podemos pasar muchas semanas sin comer chocolate o de pensar en ello, pero la Cuaresma viene, y parece que podemos encontrar el chocolate en todas partes llamando a nuestro nombre.
El Espíritu Santo de Dios que conduce a Jesús al desierto como se relata en el Evangelio de Marcos. El Espíritu es el que pone a Jesús en el lugar de tentación por Satanás. Sin embargo, sabemos que Jesús no estaba solo en el desierto. Cristo estaba allí con los animales salvajes que lo amenazaban. Pero, afortunadamente, estaba rodeado de los ángeles. Todos de nosotros tenemos los demonios y los animales salvajes en nuestras vidas que querían destruirnos, no es así? Afortunadamente, tenemos los ángeles que aparecen para ayudarnos y apoyarnos también.
Desde el Evangelio de hoy de Jesús y sus tentaciones en el desierto, podemos aprender esta enseñanza: la Cuaresma es una temporada de transformación y renovación para nosotros, un don de Dios en este sentido. En el Evangelio de Marcos, se dice que Jesús está conducido al desierto después de su bautismo en el río Jordán. Jesús necesitaba este tiempo de prueba, de tribulación, y de transformación antes de comenzar su ministerio con el pueblo de Israel. Nosotros necesitamos en un tiempo de conversión y transformación también durante cuaresma en nuestra vida de fe. Todas las instituciones humanas están en necesidad de transformación y renovación, ya que por su propia definición, nada humano es perfecto. La Iglesia, nuestra sociedad, nuestra vida - todas ellas están en necesidad de cambio y renovación.
En nuestras oraciones y nuestro ayuno y nuestras obras de caridad, en nuestro tiempo durante la Cuaresma en la misa y en el sacramento de la reconciliación y en la oración de via cruces, tenemos la llamada de sentir la presencia de Dios y de caminar con Jesús en el camino cuaresmal , para acompañarlo en su camino a la cruz. Y si lo hacemos, si nos tomamos en serio la Cuaresma y realmente tratamos de honrar nuestras promesas cuaresmales, vamos a realmente sentir la alegría de la resurrección en el tiempo de Pascua.
Necesitamos paciencia en nuestro camino cuaresmal. Necesitamos un compromiso y la constancia durante nuestro viaje de estos cuarenta días. Necesitamos purgar y cambiar y transformar mucho en nuestras vidas para llegar la persona que Dios nos llama a ser. Viajar en el desierto con Cristo no es fácil. Tenemos los demonios y las bestias salvajes en nuestro viaje en el desierto – entonces, no será fácil. Pero, con Dios, tenemos animo. Tenemos fe. Dios está con nosotros durante estos 40 días.
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