Sunday, May 4, 2014

5/4/2014 – Tercer domingo de Pascua – los dos discípulos en el camino a Emaús – Lucas 24,13-35

      Dos discípulos de Jesús van por el camino.  Esta vez, el caminar de estos discípulos no conduce a la curación de un enfermo o al encuentro con Jesucristo como hicieron en este camino muchas veces antes.  El camino este día por estos discípulos es un camino de desconcierto y frustración, es un camino sin esperanza y sin foco claro.   
      Estos dos discípulos en el camino de Emaús representan a mucho millones de personas que han tenido contacto con Jesucristo en sus vidas en Israel – con sus milagros y sus curaciones y su entusiasmo.  Ellos no pueden comprender que el Jesús de la cruz sea ese Dios que ellos se imaginan.  El dolor y el sufrimiento son realidades de la vida humana.  Son puertas que no queremos abrir.  Nosotros conocemos esta realidad esta semana en Tupelo con mucha profundidad con el tornado que tuvimos, con la destrucción que tuvimos en nuestras casas, en nuestros negocios, en nuestra iglesia, y en nuestra comunidad.  El dolor es algo malo, es seguro, pero el dolor puede dar un motivo de salvación.  El dolor puede darnos un oportunidad para mirar las bendiciones de Dios en nuestra vida.  Los dos discípulos iban por el camino a Emaús llenos de dolor y tristeza.  No tenían un sentido de gozo y resurrección en este camino después de la muerte de su maestro.  Jesús se puso a su lado en el camino, pero no le reconocían.  El dolor cerró sus ojos y sus corazones.  Los dos discípulos le contaban a Jesús la versión de lo que había ocurrido, pero una versión sin esperanza.  Se sentaban a la mesa con Cristo y de nuevo tomaba el pan y dando gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y le reconocieron.  Antes de su muerte en la cruz, el último gesto que tuvo Jesús con los Apóstoles fue la cena. Ahora, en la realidad de la resurrección, Cristo hace de nuevo el gesto de la fracción del pan, que alimenta, que salva, que abre los ojos a toda la humanidad. 
       Hay mucha destrucción en nuestra comunidad esta semana – mucho dolor – pero muchos milagros también.  Es un milagro que Elquin y Franci y su familia están con nosotros hoy.  Es un milagro que podemos tener la misa en el centro esta tarde. 
       Podemos tener muchos tipos de encuentros con Cristo en nuestra vida.  Tuvimos el rostro de Cristo con nosotros con la ayuda de muchos miembros de nuestra Iglesia, con la ayuda de amigos y extranjeros también.  Muchos de ustedes vinieron para ayudarnos esta semana, y por eso, estamos muy agradecidos.  La Eucaristía tambien es un lugar especial del encuentro con El.  La vida cristiana – la Eucaristía es la intersección de la Cruz y la Resurrección.  Cristo resucitó y la resurrección tiene una realidad en nuestra vida.  Pero, donde está Jesucristo ahora.  Cristo no está en el sepulcro. El sepulcro esta vacío.  En verdad, la resurrección no es un retorno al pasado. El verdadero encuentro con Cristo está hoy en la Palabra, en la Eucaristía, en la profesión de fe que hacemos como una comunidad, en el pueblo de Dios. El Señor está en la vida nueva que ha llegado en la transformación del sufrimiento de este mundo.  El Señor está en la esperanza que tenemos esta semana en la mitad de nuestro dolor y nuestros sufrimientos.  Tenemos un encuentro con el camino de salvación en la realidad de nuestra vida.  Como los dos discípulos en el camino a Emaús, podemos reconocer la presencia de Jesucristo con nosotros en muchos sentidos. 

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