Hoy, como escuchamos el Evangelio de Juan en la
mitad de nuestro camino en el tiempo de Pascua, no podemos olvidar que el
Espíritu Santo está presente en la vida de aquella persona que sigue a Cristo
resucitado. Fue Cristo, nuestro Señor, que nos presentó el
Espíritu Santo, nuestro digno defensor.
Hoy, Jesús nos dice: "Si me aman, obedecerán
mis mandamientos." Amar de verdad, en la forma de Dios, es obedecer
su voluntad en nuestra vida. Pero ¿Cómo puede una persona obedecer a quien
desconoce? Hay personas que "piensan" que creen en
Dios. Hay otras personas que dicen "Si, tengo
fe". Otras personas dicen que "creen en Dios más
que nadie..." Pero, no es suficiente creer que se tiene fe. Necesitamos vivir la fe en la profundidad del
corazón y en nuestra vida diaria. Vemos con frecuencia como personas que dicen
tener fe viven en una realidad muy inmadura, una realidad muy floja en la
superficie. Jesucristo nos promete un Defensor – el Espíritu
Santo - para que la experiencia de fe en nuestra vida se acerque más y más a
Dios.
El Espíritu de la verdad está siempre con
nosotros. Si somos ciegos, la luz
del Espíritu brilla constantemente para darnos la vista en la mitad de las
tinieblas del mundo. Si somos sordos, el
Espíritu continúa hablándonos insistentemente. Si oramos, el Espíritu
ora con nosotros; pero, si no oramos, el Espíritu esta también para darnos
inspiración y animo. En nuestra maldad y en
nuestra bondad, el Espíritu está con nosotros. En nuestro dolor y en
nuestra alegría, el Espíritu está ahí. En nuestro morir y en
nuestro vivir, El Espíritu está con nosotros. Tú estás siempre, Espíritu
Santo, con nosotros en nuestro camino.
El Espíritu de la verdad que Jesús nos promete
nos defiende. El Espíritu Santo nos defiende de nosotros
mismos, de nuestros temores, de nuestros demonios, de las sombras de nuestro
corazones. El Espíritu de la Verdad nos defiende del mundo
que no quiere conocer ni ver a Dios. El Espíritu nos defiende de las ideologías y de
las filosofías que intentan
ocultar la propia realidad y la dignidad humana. Nos defiende de nuestra división interior, de
nuestros pensamientos y sentimientos y razonamientos que son contra nuestra fe.
No podemos olvidar - Jesús no nos abandona. En verdad, Jesús sabe nuestras miserias y nuestros
sufrimientos. Jesús nos da el
Espíritu Santo, nuestro Consejero. El Espíritu está
siempre a nuestro lado. Es su misión, no para
tomar decisiones por nosotros, sino para ser nuestra fortaleza, nuestra luz,
nuestro guía, nuestro amigo. El Espíritu Santo,
nuestro Consejero, nuestro defensor, actúa siempre en nuestra vida y nos enseña
que el amor de Dios no es como nuestro amor humano. Es un amor y una presencia
muy diferente.
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