Friday, December 4, 2020

6 de diciembre de 2020 – Homilía del segundo domingo de adviento – ciclo B – Marcos 1, 1 – 8; Isaías 40:1-5 y 9-11; 2 Pedro 3:8-14

     Estamos en el segundo domingo del adviento. El adviento es cuatro semanas de preparación y espera antes de la navidad, el nacimiento de nuestro Señor.  Hoy, escuchamos las primeras palabras del Evangelio de San Marcos.  Con las palabras del profeta de Isaías, el Evangelio empieza con una buena noticia para nosotros, con la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios.  Isaías nos dice que hay una voz que está gritando en el desierto, una voz que nos dice que necesitamos preparar un camino para la llegada de nuestro Señor, un camino recto.

     Muchos años después de las palabras de Isaías, Juan el Bautista llega en el desierto.  Juan el Bautista prepara un camino para nosotros.  En el tiempo de adviento, estamos en el desierto con nuestro Señor.  El desierto es un lugar donde los seres humanos tuvieron mucha experiencia con Dios, donde Dios estaba con su pueblo, donde Dios estaba con nosotros.  Dios estaba en el desierto con el pueblo de Israel cuando su pueblo estaba pasando por el desierto en su camino después de su esclavitud en Egipto.  El desierto es un lugar de vida también - la vida que tenemos con Dios. 

      Tal vez, pensamos que estamos abandonados en el desierto, que estamos desolados.  Pero, no es la verdad, no es toda la historia.  Podemos encontrar Dios en el desierto en una nueva manera, en la soledad de este tiempo, en la palabra de Dios que está presente con nosotros en una manera especial.  Juan estaba en el desierto bautizando la gente.  En verdad, no hay mucho agua en el desierto.  En el desierto, el agua tiene una identidad muy preciosa.  Para nosotros, en nuestra vida de fe, el agua es el símbolo de la vida nueva que tenemos en Cristo, en la buena noticia que nos da vida, en nuestra vida de fe que puede crecer y florecer en el desierto de adviento, en este tiempo de espera y esperanza.  Hay otros momentos de dificultad que tenemos en nuestra vida y en nuestro camino fe.  Hay enfermedades, hay momentos secos, hay sufrimientos y desafíos y problemas y luchas.  En estos momentos, podemos recordar con mucha ternura el desierto de Juan el Bautista, de su camino recto que el proclamó en su mensaje.  Juan proclamó al muchedumbre en Israel. Hoy, él proclama un mensaje para nosotros: que debemos convertirnos a Dios, que debemos cambiar nuestra manera de pensar, que debemos cambiar de actitud. 

     Juan nos da una lección importante hoy: así como él se preparó para la venida de Cristo, también debemos preparar nuestro corazón y nuestra mente para la venida de Cristo al mundo.  Preparamos nuestras vidas para la venida de Cristo en Navidad. También nos preparamos para su segunda venida. La segunda carta de Pedro nos advierte que un día para Dios podría ser como 1,000 años, así que mientras esperamos que el Señor venga de nuevo, lo que parece mucho tiempo para nosotros, no lo es para el Señor.  Sin embargo, la venida del Señor también puede llegar rápidamente, como un ladrón en la noche.  Por lo tanto, Pedro nos dice que vivamos una vida santa mientras esperamos que llegue el día del Señor, que vivamos lo mejor posible para que el Señor nos encuentre en paz. El Señor no quiere que vivamos con ansiedad o temor, sino en gozo y paz, teniendo fe en su promesa. Entonces, podríamos preguntarnos: ¿qué cambios nos está llamando Dios a hacer, no solo ahora, sino en el año que viene? ¿Qué tipo de persona me llama Dios a ser? ¿Qué clase de persona le gustaría a Dios que fuera?

     En la superficie, Juan el Bautista es alguien muy extraño.  El iba vestido de ropa hecha de pelo de camello y con un cinturón de cuero.  El comía langosta y miel del monte.  Pero, Juan hablaba la verdad; él predicaba el mensaje de Dios.  El preparaba el camino para la llegada de Jesús.  Nosotros debemos predicar este camino en el desierto en nuestra vida también.  

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