Tuesday, May 12, 2020

17 de mayo de 2020 – sexto Domingo de Pascua – Juan 14,15-21

       Hoy, escuchamos el Evangelio de Juan en la mitad de nuestro camino en el tiempo de Pascua.  No podemos olvidar que el Espíritu Santo está presente en la vida de aquella persona que sigue a Cristo resucitado.  El Espíritu está presente cada día en nuestro camino de fe, pero, especialmente en este tiempo de Pascua. Hoy en el Evangelio, Cristo habla sobre el Espíritu Santo porque  fue Cristo, nuestro Señor, que nos presentó el Espíritu Santo como nuestro digno defensor.
       Hoy, Jesús nos dice: "Si me aman, obedecerán mis mandamientos."  Amar en la forma que Dios quiere es obedecer su voluntad en nuestra vida.  Pero ¿Cómo puede una persona obedecer a quien desconoce? Hay personas que "piensan" que creen en Dios.  Hay otras personas que dicen "Si, tengo fe”, pero su fe es algo abstracto.  Decir que tenemos fe es algo, pero necesitamos vivir la fe en la profundidad del corazón y en nuestra vida diaria.  Vemos con frecuencia las personas que dicen que ellos tiene fe, pero viven una realidad muy inmadura, una realidad muy floja en la superficie.  No podemos vivir una vida de fe solitos. Necesitamos la gracia de Cristo en nuestra vida. Para ayudarnos, Cristo nos promete un Defensor – el Espíritu Santo - para que la experiencia de fe en nuestra vida se acerque más y más a Dios.
     El Espíritu de la verdad está siempre con nosotros.  Si somos ciegos, la luz del Espíritu brilla constantemente para darnos la vista en la mitad de las tinieblas del mundo. Si somos sordos, el Espíritu continúa hablándonos insistentemente. Si oramos, el Espíritu ora con nosotros; pero, si no oramos, el Espíritu esta también para darnos inspiración y animo. En nuestra maldad y en nuestra bondad, el Espíritu está con nosotros. En nuestro dolor y en nuestra alegría, el Espíritu está ahí. En nuestro morir y en nuestro vivir, El Espíritu está con nosotros. Tú estás siempre, Espíritu Santo, con nosotros en nuestro camino. 
        El Espíritu de la verdad que Jesús nos promete y nos defiende.  El Espíritu Santo nos defiende de nosotros mismos, de nuestros temores, de nuestros demonios, de las sombras de nuestro corazones, de nuestras adicciones.  El Espíritu de la verdad nos defiende del mundo que no quiere conocer ni ver a Dios. El Espíritu nos defiende de las ideologías y de las filosofías que intentan ocultar la propia realidad y la dignidad humana.  Nos defiende de nuestra división interior, de nuestros pensamientos y sentimientos y razonamientos que son contra nuestra fe.
       No podemos olvidar - Jesús no nos abandona.  Él fue a los cielos, pero no quedamos solitos. En verdad, Jesús sabe nuestras miserias y nuestros sufrimientos. C. Jesús nos da el Espíritu Santo, nuestro consejero.  El Espíritu está siempre a nuestro lado.  Es su misión, él no toma decisiones por nosotros. En su misión, el Espíritu Santo es nuestra fortaleza, nuestra luz, nuestro guía, y nuestro amigo.  El Espíritu Santo, nuestro consejero, nuestro defensor, actúa siempre en nuestra vida y nos enseña que el amor de Dios no es como nuestro amor humano.   Es un amor y una presencia muy diferente. 

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