Hoy, escuchamos sobre el pan que Dios nos da, sobre la manera que Dios cuida a su pueblo. En el Evangelio de hoy del sexto capitulo de Juan, y en el Evangelio de la semana pasada, la muchedumbre seguía a Jesús y sus discípulos a cualquier lugar ellos fueron. Ellos buscan algo en su camino – es verdad. Pero, ellos no entienden el mensaje de Jesucristo. Ellos piensan que él va a satisfacer las necesidades físicas de sus vidas, simbolizado con el almuerzo de panes y peces que él les dio. Pero, no pueden comprender mas. ¿Hay mas que Jesús puede darles? Ellos no saben. Ellos quieren otros señales – ellos quieren ver y creer. Y para nosotros hoy día, ¿como podemos creer en él? En el mensaje del Evangelio de hoy, ¿como podemos buscar el pan de cada día? ¿Cómo podemos crecer en nuestra fe.?
Creer es tener fe – es la fundación de nuestro camino de fe como católicos. Jesús explica a la muchedumbre que ellos necesitan creer en el hijo que el padre mandó al mundo. Para creer en Jesucristo no es solo intelectual – es un acto de fidelidad, de solidaridad, de compromiso también. En el Evangelio del domingo pasado, escuchamos la manera que Jesús dio de comer a la muchedumbre con compasión y ternura. La multiplicación de los panes y los peces significa mucho a los pobres en la muchedumbre. Pero, creer en Jesús significa mas que nuestras necesidades terrenales. Jesús puede llenar sus estómagos, pero también puede darles la vida eterna. Pero, la muchedumbre quiere otro milagro, otro señal, mas evidencia.
Podemos gritar a Dios con la necesidad de tener un señal y mas claridad, algo para reforzar nuestra fe. Los israelitas tenían su libertad de su esclavitud en Egipto, pero gritaban fuertemente a Dios, porque no tenían fe en las provisiones de comida por la parte de Dios en su camino. Tenían miedo para poner su confianza en Dios – tenían miedo para tener confianza en su fe. En su momento de duda, querían regresar a Egipto, querían huir de Dios. Ellos conocían los terrores de su esclavitud, pero tenían comida suficiente y un hogar en Egipto. Cuando los israelitas recibieron el maná en el desierto, ellos no entendieron esta comida como un don de Dios para satisfacer sus necesidades.
Los israelitas tenían su pan en el desierto para satisfacer su hambre. Hoy, tenemos el pan verdadero del cielo en nuestro Señor Jesucristo. ¿Es nuestro pan del cielo diferente del pan que los israelitas comían en el desierto? San Pablo nos explica en su carta a los efesios que necesitamos abandonar nuestro antiguo modo de vivir, corrompido por deseos de placer. En verdad, tenemos una vida nueva en el Espíritu Santo, en la manera que vivimos, en nuestra manera de pensar. En esta manera, el pan del cielo puede renovarnos y alimentarnos. Si ponemos el significado este pan en nuestros corazones, puede hacer maravillas en nuestras vidas.
Aunque tenemos desafíos y aliento para crecer en nuestra vida de fe, Cristo siempre nos acerca con misericordia y amor. El nos apoya en nuestra debilidades y en nuestra incredulidad. Tenemos la llamada para vivir nuestra fe en luz del cuerpo y sangre de Cristo que recibimos en la Eucaristía que compartimos como señal del amor de Cristo para nosotros. Solo con nuestro pan de cada día, podemos satisfacer nuestra hambre y nuestra sed para las cosas mas importante en nuestra vida.
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