Hoy, en los últimos días de Pascua, celebramos la
solemnidad de Pentecostés en nuestra Iglesia. En Pentecostés, como en todo el tiempo pascual,
celebramos a Jesucristo resucitado en nuestro mundo. En estos domingos de Pascua, nos recordamos de la
pasión salvadora de Jesucristo, de su resurrección y de su ascensión a los
cielos. Hoy, en esta celebración de Pentecostés,
celebramos con gozo la llegada del Espíritu Santo con nosotros y las obras
de esta Espíritu que continúan cada día. En esta celebración, no podemos olvidar que el
Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y del Hijo. Con la llegada del Espíritu Santo en este mundo,
podemos reconocer sin duda que la resurrección de Jesús es una realidad permanente
en nuestro camino. Por eso, podemos decir que la Pascua de la Resurrección
de Jesucristo está siempre con nosotros, que Pentecostés está siempre con
nosotros.
Nos explica en el Evangelio de hoy que los
discípulos estaban en casa con las puertas cerradas por miedo de los judíos. Con su miedo del mundo, es muy clara que esta
comunidad de los discípulos no tenía todavía un sentido del Espíritu de
Jesucristo resucitado en sus experiencias. Todavía, los discípulos estaban con el miedo
y el sufrimiento de la pasión y de la muerte de Cristo. Vino Jesucristo en esta casa cerrada. Cuando recibieron la presencia de Cristo
resucitado, cuando recibieron su Espíritu Santo, se llenaron de paz &
gozo – se llenaron de los dones del Espíritu Santo. Si nosotros somos una comunidad que vive en el
Espíritu, que cree en el Espíritu de Cristo resucitado, no necesitamos tener
miedo de nuestro mundo. Si – el Espíritu está siempre con nosotros – su
gozo y su paz está con nosotros para siempre.
En esta casa cerrada, Cristo exhaló su aliento
sobre ellos. En este aliento de Cristo, tenemos el sentido de
Pentecostés. Con esta celebración, podemos decir que somos
creaciones nuevas de Jesucristo en la misma manera que la primera creación del
mundo recibió la vida cuando “Dios insufló en sus narices aliento de vida,
y resultó el hombre un ser viviente”. Por el bautismo y la confirmación y en los otros
sacramentos de nuestra Iglesia, recibimos el Espíritu Santo para tener
una vida nueva en Cristo. En estos sacramentos, el Espíritu tiene una
presencia con el pueblo de Dios.
En la llegada del
Espíritu Santo, se llenaron todos los discípulos con este Espíritu. El Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús
resucitado, viene como un viento muy fuerte que sopla donde quiere. Hoy es Pentecostés, pero, cada día, tenemos la
efusión del Espíritu Santo en nuestra vida de fe. No podemos olvidar que la Eucaristía que
celebramos hoy es una acción del Espíritu Santo, que en la Eucaristía, el
Espíritu nos alimenta con la Palabra de Dios y con el cuerpo y la sangre
verdadera de nuestro Señor. El Espíritu Santo quiere que vivimos el espíritu
de esta Eucaristía en el mundo, para hacer las obras del Padre con nuestro prójimo,
para ser testigos del Espíritu con el poder de transformar el mundo. Hoy, con esta celebración de Pentecostés, podemos
dar gracias a Dios por la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida.
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