Sunday, February 23, 2014

2/23/2014 – el séptimo domingo del tiempo ordinario – Mateo 5:38-48

     Hay un cuento sobre Alejandro Magno – el rey de Macedonia en el cuarto siglo antes del nacimiento de Cristo.  El tenía el imperio mas grande en el mundo antiguo.  Alejandro estaba en el desierto con su ejercito.  Los soldados estaban sin aguo, y no podían encontrar un oasis.  De pronto, los soldados miraron una caravana de camellos desde una distancia.  Ellos fueron a la caravana y consiguieron su agua – una cantidad muy pequeña, y pusieron en un casco.  Alejandro Magno recibió este casco lleno de agua en la presencia de sus soldados – estos soldados tenían mucha sed.  Alejandro no bebió el agua.  Tomó el casco y tiró esta agua precioso en la arena del desierto.  Alejandro explicó a su ejercito  – “Si no hay agua suficiente para todos mis soldados para beber – no hay agua para mi para beber.”  Había un aplauso muy fuerte de los soldados – ellos tenían mucho orgullo de su rey.             
      Alejandro Magno mostró que estaba un líder extraordinario – el hizo mas de las expectativas del pueblo – él tenía la lealtad y la fidelidad de su pueblo. Pero, no hay una comparación entre Alejandro Magno y Jesucristo como lideres – como la manera que Cristo desafía las expectativas y guiaba el pueblo de Dios.  En el Sermón del Monte, Jesús instruía a sus seguidores para hacer cosas que ellos no pueden imaginar – para presentar la otra mejilla, para amar a nuestros enemigos, para orar para las personas que nos atacan.  Conocemos que son nuestras expectativas como cristianos.  Pero, conocemos que es la tarea mas difícil que podemos imaginar – casi imposible para hacer en una manera constante. Que Jesús nos dice al fin del Evangelio de hoy es mas increíble – para ser perfecto como su Padre celestial es perfecto.  En verdad, en la realidad de nuestro mundo, no podemos estar perfecto, pero tenemos un desafío por la parte de Dios – para nos esforzamos hacia la perfección, para vivir los valores del Reino de Dios con todos nuestros esfuerzos, para vivir el propósito que Dios tiene para nosotros.
     Tenemos la llamada de compartir el amor de Dios con nuestro prójimo en la luz del mensaje radical, pero tal vez tenemos una barrera en nuestra vida.  Tal vez hay algún miedo, algún memoria, alguna herida, o algún resentimiento como barrera de vivir en luz de Cristo, de tener el amor de Cristo en nuestra vida en su plenitud.  Con estas cosas, a veces es difícil para amar, para perdonar, y para ayudar a nuestro prójimo en la manera que Dios nos llama en nuestro camino.  Es difícil para dejar las cosa en nuestra vida.  A menudo, cuando estamos enojado contra alguien o cuando tenemos miedo, buscamos venganza.  Pero, hacemos daño a los demás en el proceso, hacemos daño a nuestra alma y nuestra fe.  La ira y la cólera que quedan en nuestros corazones pueden destruirnos mas rápido que una enfermedad o una arma. Jesús se daba cuenta de eso.  El mensaje de Cristo es radical – es fácil para mirar este mensaje como algo diferente, como algo mas suave.  Hay sabiduría en el mensaje de Cristo – es muy diferente del mensaje del mundo.  Si nosotros como cristianos no vivimos este mensaje y llevarlo al mundo, nadie lo escuchara. 

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