Hay un cuento sobre
Alejandro Magno – el rey de Macedonia en el cuarto siglo antes del nacimiento
de Cristo. El tenía el imperio mas
grande en el mundo antiguo. Alejandro estaba en el
desierto con su ejercito. Los soldados estaban sin
aguo, y no podían encontrar un oasis. De pronto, los soldados
miraron una caravana de camellos desde una distancia. Ellos fueron a la
caravana y consiguieron su agua – una cantidad muy pequeña, y pusieron en un
casco. Alejandro Magno recibió
este casco lleno de agua en la presencia de sus soldados – estos soldados
tenían mucha sed. Alejandro no bebió el
agua. Tomó el casco y tiró esta agua
precioso en la arena del desierto.
Alejandro explicó a su ejercito –
“Si no hay agua suficiente para todos mis soldados para beber – no hay agua
para mi para beber.” Había un aplauso muy
fuerte de los soldados – ellos tenían mucho orgullo de su rey.
Alejandro Magno mostró
que estaba un líder extraordinario – el hizo mas de las expectativas del pueblo
– él tenía la lealtad y la fidelidad de su pueblo. Pero, no hay una comparación
entre Alejandro Magno y Jesucristo como lideres – como la manera que Cristo
desafía las expectativas y guiaba el pueblo de Dios. En el Sermón del Monte,
Jesús instruía a sus seguidores para hacer cosas que ellos no pueden imaginar –
para presentar la otra mejilla, para amar a nuestros enemigos, para orar para
las personas que nos atacan. Conocemos que son nuestras
expectativas como cristianos. Pero, conocemos que es la
tarea mas difícil que podemos imaginar – casi imposible para hacer en una
manera constante. Que Jesús nos dice al fin
del Evangelio de hoy es mas increíble – para ser perfecto como su Padre
celestial es perfecto. En verdad, en la realidad
de nuestro mundo, no podemos estar perfecto, pero tenemos un desafío por la
parte de Dios – para nos esforzamos hacia la perfección, para vivir los valores
del Reino de Dios con todos nuestros esfuerzos, para vivir el propósito que
Dios tiene para nosotros.
Tenemos la llamada de
compartir el amor de Dios con nuestro prójimo en la luz del mensaje radical,
pero tal vez tenemos una barrera en nuestra vida. Tal vez hay algún miedo,
algún memoria, alguna herida, o algún resentimiento como barrera de vivir en
luz de Cristo, de tener el amor de Cristo en nuestra vida en su plenitud. Con estas cosas, a veces
es difícil para amar, para perdonar, y para ayudar a nuestro prójimo en la
manera que Dios nos llama en nuestro camino. Es difícil para dejar las
cosa en nuestra vida. A menudo, cuando estamos
enojado contra alguien o cuando tenemos miedo, buscamos venganza. Pero, hacemos daño a los
demás en el proceso, hacemos daño a nuestra alma y nuestra fe. La ira y la cólera que
quedan en nuestros corazones pueden destruirnos mas rápido que una enfermedad o
una arma. Jesús se daba cuenta de eso. El mensaje de Cristo es
radical – es fácil para mirar este mensaje como algo diferente, como algo mas
suave. Hay sabiduría en el
mensaje de Cristo – es muy diferente del mensaje del mundo. Si nosotros como
cristianos no vivimos este mensaje y llevarlo al mundo, nadie lo
escuchara.
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