Hoy, el cuarto domingo de adviento, escuchamos un
cuento sobre los días ante del nacimiento de Jesús en el Evangelio de San
Mateo. Pero este Evangelio no es
según la perspectiva de María – es según la perspectiva de su esposo, José.
Antes del nacimiento de Jesús, María estaba
"desposada" con José, significando que ellos están comprometidos para
casarse, sin que hubieran llegado todavía a convivir juntos como esposos. María estaba embarazada, pero José no era el papa
del bebé. José tenía misericordia y paciencia con esta
situación. El escuchaba de los consejos del ángel que
comunicaba con el en su sueño.
El Ángel explicó a José que el hijo de María se
llamará Emmanuel, un nombre en hebreo que significa: “Dios con nosotros.” Sabemos que significa “Emmanuel” para el pueblo
de Israel. Pero, cada persona, cada uno de nosotros, necesita
reconocer que significa Emmanuel en nuestra vida – el significado que Dios es
en verdad con nosotros.
Necesitamos reconocer que Dios está participando
en nuestras vidas, en nuestra realidad. Necesitamos reconocer que Dios viaja con nosotros
en nuestro camino, en el ritmo de nuestra vida. El Señor queda con nosotros en las montañas y los
valles de nuestra viaje. Muchas personas en nuestro mundo, no piensan que
Dios está cercano; piensan que el está lejano, que el no entra en nuestra
vida. Para ellos, Dios no es amor, no
es misericordia – el es un castigador, un juez, un rey.
Pero la realidad de Emmanuel, de Dios con
nosotros, es un Dios que puede abrir nuestros corazones, que puede cambiar
nuestras vidas. El es Dios que camina con nosotros. En verdad, Jesús está aquí – el es la culminación
de las promesas de Dios para la humanidad entera. En este ultimo domingo del adviento, estamos
llamados para decir con sinceridad que Jesucristo es una realidad en nuestra
vida.
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