Estamos aquí, juntos como una comunidad de fe
alrededor de la mesa de nuestro Señor para celebrar la solemnidad de Nuestra
Señora de Guadalupe, una celebración muy querida en nuestra comunidad hispana. La imagen de la Virgen de Guadalupe no solo está
ubicada en la tilma de Juan Diego – ella también está ubicada en los corazones
de todos los fieles que la invocan con ternura y confianza. La Virgen de Guadalupe ha infundido el espíritu
de vida en los corazones de los primeros evangelizadores. Además, ella ha avanzado la conversión de muchas
personas que no conocían al Señor. La Virgen de Guadalupe protege la Iglesia de
nuestro continente en los momentos muy difíciles. En verdad, la Virgen de Guadalupe es un símbolo
que tiene mucho significado en nuestra fe y en nuestra cultura.
En el Evangelio, escuchamos sobre la visita de la
Virgen María a su prima Isabel. En muchos sentidos, su visita a Isabel es una
peregrinación de fe. Millones de
peregrinos van a la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en México cada año como una
manifestación de su fe. Somos aquí en Tupelo esta noche – no estamos en
la basílica en México. Pero, en nuestros corazones, somos peregrinos
llenos de fe y de amor a la Santísima Virgen en su entrañable amparo como Nuestra Señora de Guadalupe. Esta noche, llegamos a la iglesia para acordarse
de la capilla que la Virgen pidió a Juan Diego, una capilla donde ella prometió
mostrar todo su amor, compasión, auxilio y defensa a los moradores de este
continente y amadores suyos que la invoquen y en ella confíen.
Hoy, damos gracias a la Virgen de Guadalupe,
porque Ella esta muy cerca de nosotros, porque Ella nos cuida y nos cobija,
como a Juan Diego, con el pliegue de su manto.
Alabamos a la Virgen de Guadalupe, la Madre de
Dios, porque Ella es la discípula más perfecta del Señor, porque Ella es su
primera misionera.
Oremos - Madre nuestra, ven a nuestra ayuda a fin
de que vivamos fraternalmente unidos y siempre seamos solidarios, generosos y
serviciales.
Madre y Reina de México, protege a los más
débiles de nuestras comunidades: a los niños y a los ancianos, a los pobres y a
los enfermos, a los emigrantes y los desempleados. Finalmente, Virgen bendita y gloriosa, te pedimos
que cuides de todas nuestras familias.
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