Ahora, soy sacerdote, trabajando en las
parroquias de Mississippi con el pueblo de Dios. Pero, antes de ser sacerdote, yo trabajaba como
misionero laico en la ciudad de Winnipeg en el país de Canadá, trabajando con
las personas viviendo en las calles: los borrachos, los drogadictos, las prostitutas, los indigentes, y las
personas sin techo. Siempre, estas personas estaban luchando cada día
para sobrevivir, especialmente en el invierno con la nieve y con mucho frío en
Canadá. Yo les preguntaba: ¿Como pueden vivir en las
calles durante el invierno? Ellos me dijeron que a veces duermen abajo de los
puente y de los pasos superiores de los caminos, en los carros abandonados, y
en los vestíbulos de los edificios en el centro de la ciudad. Los cuentos de estas personas de las calles
tocaban mi corazón, y me recuerdo sus caras y sus cuentos después de muchos años.
El Evangelio de hoy nos habla de un pobre, Lázaro,
y de un rico sin nombre, habla de esta vida en la tierra y en la otra vida
eterna. Los judíos ancianos pensaban que la prosperidad material
era una señal muy concreta de la bendición de Dios. Los pobres eran malditos en esta vista del mundo. Según ellos, los pobres no tenían la bendición de
Dios.
El mensaje de Jesús se predica especialmente a
los pobres y en ellos este mensaje tiene su profunda resonancia. No es que se descarte a los ricos del camino de
la salvación ya que Jesús no les censura su riqueza sino la falta de compasión
hacia los pobres. La falta de compasión sea en un rico o en un
pobre es señal de un rechazo hacia el amor de Dios. En verdad, la compasión es uno de los caminos
para llegar a la salvación.
Para nosotros, los discípulos de Cristo, el tema
de los pobres es central. Sentirse pobre es reconocer que Dios tiene en
nuestra vida la totalidad de nuestra salvación. La llamada de Dios para nosotros es que no
podemos confiar en lo que podemos acumular. Todo es para ponerlo al servicio de nuestro
prójimo, para llegar juntos a una
sociedad más justa y humana.
Jesús no condena la riqueza en sí sino el uso que
se hace de ella. Jesús condena el egoísmo que nos impide llegar al
camino de la solidaridad, especialmente la solidaridad con los pobres. Quien está muy apegado a las riquezas del mundo
no puede seguir en el camino del Reino de Dios. Los pobres, los que son capaces de desprenderse
de sus distintas riquezas y ponerlas al servicio de los demás, son los que
están más disponibles a aceptar y vivir la fe.
El Papa Francisco está hablando mucho en estos
días sobre nuestra responsabilidad con nuestros hermanos, con la bienvenida que
podemos darles y con la compasión y la misericordia que podemos expresar. Si viviremos nuestra fe en su plenitud,
necesitamos abrir nuestros corazones a esta realidad.
No comments:
Post a Comment