Estamos hoy en un momento muy doloroso, un
momento lleno de tristeza. Para nosotros aquí, la familia, los queridos, y
los amigos de Olidia y Vianett, hay un vacío muy profundo – un vacío inmenso - en nuestras vidas. En el amor verdadero que tenemos en nuestros
corazones, buscamos y deseamos el bien y la felicidad para los que se ama. Queremos que nuestro amor sea mas fuerte que la
muerte, que sea capaz de librar de la muerte a nuestros seres amados. Pero, como seres humanos, nosotros mismos no
tenemos este poder. Hay el amor de Cristo en nuestra vida. El amor de Cristo nos acompaña en los momentos de
gozo y en los momentos de sufrimiento y de tristeza también. Cristo conocía el sufrimiento en su vida, y
ahora, podemos unir nuestros sufrimientos y los sufrimientos de Vianett y de
Olidia con los sufrimientos de Jesucristo.
Pero hay otro mensaje en nuestra misa hoy, en
nuestra fe. Hoy, las exequias de Olidia y Vienett tienen un
mensaje de vida eterna, un mensaje de resurrección. El amor de Jesucristo vence a la muerte y
resucita. El amor de Jesucristo continúa más allá de la
muerte. Y nuestra amor que tenemos en nuestra fe y que
tenemos en nuestros corazones continúa más allá de la muerte también.
Estamos aquí reunidos para recordar a Olidia y
Vianett, para recordar sus vidas llena de gozo y amor. Estamos celebrando sus vidas y sus espíritus,
pero también estamos celebrando el triunfo del Amor de Dios sobre la muerte y
la resurrección de su Hijo, Jesucristo. Estamos también despidiendo a nuestro hermanas
con nuestras oraciones y nuestra ternura, con la esperanza que tenemos en la
vida eterna. Ellas están en el banquete en el imagen de Isaías,
en el banquete de la vida eterna.
Jesús nos
dice – “Venga Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los
haré descansar.” Tenemos confianza en las promesas de Dios Padre, en
las promesas de Jesucristo, en el Espíritu de su Amor.
Tenemos tristeza en este momento, por supuesto, pero
tenemos esperanza también que nuestros hermanas viven en la vida eterna de la
resurrección de Nuestro Señor. Ellas no están abandonados – ellas todavía viven
en la luz de Cristo. Ellas son miembros de la comunidad de los santos
ahora – y tenemos sus oraciones y sus intercesiones ahorita también.
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