Muchas veces, el Evangelio tiene un mensaje que
es muy directo y muy sencillo para entender. Pero, a veces, tenemos el mensaje del Evangelio
es un desafío, es muy difícil para comprender.
Es la situación con el Evangelio de hoy. Hay un administrador infiel en este Evangelio. Jesús nos pone este ejemplo no para que sigamos
sus pasos de injusticia, engaño, y decepción. Lo que nos quiere ver es la astucia y la
sabiduría que pone mucha gente del mundo en sus negocios e sus intereses. La dedicación de muchas personas a conseguir
bienes materiales muchas veces puede ser un obstáculo que nos impida llegar a
los bienes de Dios. No podemos olvidar esta lección en nuestro viaje
de fe.
Nosotros, como seguidores de Cristo, tenemos que
plantearnos el papel del dinero en nuestra vida. Hay algunos que lo satanizan, otros lo divinizan,
pero creo que la cosa no está en lo uno o en lo otro. Hay que poner el dinero donde debe estar. Necesitemos el dinero en muchos sitios y muchos
aspectos de nuestra vida. Podemos hacer muchas cosas buenas con el dinero
en nuestra vida, pero no necesitamos tenerlo como el centro de nuestra
vida, como el centro del interior de
nuestro corazón.
Cuando vivimos demasiado apegados a las riquezas
materiales, nos podemos olvidar con facilidad de las otras fortunas más
importantes en nuestras vidas: especialmente para ser hijo o hija de Dios; para
vivir una vida de fe; y para luchar por la dignidad de los demás. Ante esto, el Evangelio nos pone de atención y
nos hace preguntar: ¿por qué hay tantos
cristianos que tienen tan poco entusiasmo en sembrar el Mensaje de Jesús en el
mundo y tanta urgencia para las cosas materiales?
El administrador en la parábola de hoy convierte
a los deudores de su patrón en amigos suyos. Para las cosas del mundo, para ganar los tesoros
terrenales, la gente sabe moverse y hace muchos sacrificios. En los negocios del mundo, las ganancias son
temporales; pero, en las cosas de Dios las ganancias son eternas.
Es verdad - con dinero podemos hacer mucho bien o
mucho mal, depende el uso que tenemos. Y con este asunto, necesitamos hablar sobre el
dinero que damos a Dios y a nuestra Iglesia. Que hacemos como una Iglesia es dependiente de la
colecta que recibimos cada semana. Una parroquia como nosotros, tenemos muchos gastos
para funcionar cada semana. Cada uno de nosotros como cristianos tenemos la obligación
de contribuir a nuestra parroquia. Podemos mirar en nuestros corazones para
preguntar si contribuimos que podemos a Dios y a su Iglesia.
En estas semanas, vamos a continuar una conversación
sobre nuestra colaboración con nuestra parroquia.
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