Wednesday, October 26, 2022

30 de octubre de 2022 - XXXI domingo del tiempo ordinario - Lucas 19:1-10

      Podemos recordar el cuento del Evangelio de San Lucas donde el joven le preguntó a Cristo lo que debe hacer para entrar la vida eterna.  Esta joven sabía las leyes y los mandamientos de Dios, pero cuando Jesús le dijo que él debe vender todo lo que tiene y distribuir este dinero a los pobres, este joven salió desanimado.  El joven no estaba dispuesto a hacer un compromiso firme a la vida de discipulado con Cristo.  Este joven estaba buscando algo, pero él estaba perdido en su camino también.  En el Evangelio este domingo, también del Evangelio de San Lucas, hay otro alma perdida: el publicano Zaqueo.  Pero este cuento tiene una diferencia muy importante.

     Jesús se encontró a Zaqueo en la ciudad de Jericó. Jericó era una ciudad comercial muy rica - Zaqueo ganó todo su dinero cobrando los impuestos de los judíos por los romanos. Zaqueo era un hombre muy rico, pero probablemente tenía pocos amigos porque los publicanos extorsionaron multas de los judíos cuando cobraron los impuestos por los romanos.  Los publicanos eran despreciados por su pueblo. Los judíos en Jericó le consideraron a Zaqueo como ladrón y traidor.

      Era la temporada de la Pascua - había miles de judíos que pasaban a través de Jericó en su camino a Jerusalén. Jesús pasaba por la ciudad de Jericó también.  Jesús estaba muy famoso en este momento en Israel - muchos de los judíos que pasaban por la ciudad quería verlo.  Zaqueo estaba muy interesado en el rabino Jesús de Nazaret que tenía amistad con los marginados, incluso a los pecadores y publicanos. Zaqueo probablemente sabía que Mateo, que salió su trabajo como publicano, fue elegido para ser miembro del grupo de los apóstoles de Jesucristo. Zaqueo tenía este deseo para tener contacto con Jesús. Para escapar de las multitudes y para acercarse a Cristo, Zaqueo subió al árbol, escondido en sus ramas.   Jesús veía a Zaqueo y en su grito comunicaba las ganas de visitarlo en su casa.  En el momento en que Jesús llamaba a Zaqueo en el árbol y le presentaba esta invitación, el corazón de Zaqueo llenaba con gozo y alegría y él se convertía como discípulo en un instante. Considerando que antes Zaqueo extorsionaba el dinero de los ciudadanos, ahora se compromete a ayudar a los pobres y devuelve cuatro veces lo que robó.  El encuentro entre Jesús y Zaqueo es un ejemplo de su proclamación en el Evangelio este domingo: “El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

     El joven rico del Evangelio de San Lucas y Zaqueo estaban buscando algo en sus vidas.  Este verano, me encontré con un dicho del filósofo Henry David Thoreau que me hizo reflexionar. Thoreau dijo esto: “No es lo que miras lo que importa, es lo que ves ¿Realmente tratamos de ver las cosas, o simplemente las miramos? No podemos ver todo. Hay demasiado que ver y procesar en la vida cotidiana, por lo que nuestra mente borra lo que cree que es innecesario.  Nuestra selección de lo que miramos y lo que vemos es muy importante. Incluso cuando examinamos cuidadosamente lo mismo que otra persona, podemos ver algo completamente diferente Zaqueo vio a Jesús desde el lente de la fe. Por eso estaba abierto a la transformación en su encuentro con Jesucristo. Nosotros también necesitamos ver las cosas a través de los lentes de nuestra fe.

     Zaqueo tenía defectos, por supuesto. Tenía pecados.  Pero Zaqueo era buscador y literalmente subió al árbol para encontrar a Jesucristo.  A veces, estamos perdidos en el camino de fe, pero no nos damos cuenta. A veces, buscamos algo en la vida y no sabemos lo que buscamos. No sabemos cuales son preguntas que necesitamos preguntar. No sabemos las respuestas que queremos recibir. Estamos llamados de tener corazones abiertos al cambio y transformación como Zaqueo.  Y a veces, como él, tenemos que subir al árbol para hacerlo.

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