Monday, June 7, 2021

6 de junio de 2021 - el homilía del undécimo domino de tiempo ordinario - Marcos 4:26-34

Este domingo volvemos al tiempo ordinario después de muchas semanas de Cuaresma y de Pascua, de las solemnidades de la Santísima Trinidad y del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.  Hoy, en medio de los meses de verano, en medio de los agricultores que intentan cultivar sus cultivos y muchos de nosotros intentamos cultivar sus huertos, escuchamos a Jesús enseñándonos sobre el Reino de Dios a través de parábolas sobre semillas.  La parábola de la semilla de mostaza es muy interesante.  Jesús hablaba en parábolas para ayudarnos a comprender mejor el Reino de Dios.  La parábola de la semilla de mostaza y estas otras parábolas nos dan detalles sobre la nueva realidad que debemos vivir cuando somos llamados a una vida de discipulado y cuando cooperamos con la gracia de Dios en nuestras vidas.

La gracia de Dios es un concepto esencial al camino de fe. Tengo que admitir que tal vez no escuchamos lo suficiente sobre la gracia de Dios en la misa o en nuestra predicación de la palabra de Dios en la homilías. Sin embargo, la gracia de Dios es la presencia de Dios en nuestra vida. La gracia de Dios es nuestra participación en la vida de Dios y en la vida de la Santísima Trinidad. La gracia es un don sobrenatural que Dios nos da, un don que proviene de la bondad y la benevolencia de Dios, un Dios que nos concede para nuestra salvación eterna. La gracia de Dios no es algo que tengamos que ganar, pero es un don gratuito de Dios. Estamos llamados a responder a la gracia de Dios para que dé fruto en nuestra vida. Tenemos el potencial de responder a la gracia de Dios, al igual que la semilla de mostaza tenía el potencial de convertirse en una planta enorme asombrosa.  Podemos recibir válidamente un sacramento en la Iglesia, como recibimos la Sagrada Eucaristía cuando venimos a misa. Pero, hay una diferencia entre recibir válidamente un sacramento y recibir fructíferamente las gracias sacramentales que el sacramento nos ofrece.  No podemos ser pasivos en el camino de fe, como tampoco podemos ser pasivos al recibir un sacramento.  Necesitamos participar en el camino de fe como necesitamos participar en el sacramento.  Recibimos la gracia de Dios en los sacramentos y en la vida a través de nuestra fe personal, a través de nuestra expectativa, a través del hambre y la sed que tenemos de Dios en nuestras vidas.

La gracia de Dios es cara, no es barata. La gracia de Dios exige algo para nosotros.  La gracia de Dios exige sacrificio, compromiso, perseverancia y fe.  Encontrar una manera de responder a la gracia en nuestra vida es una manera de permitir que esa pequeña semilla de mostaza de fe crezca y se desarrolle en nuestra vida y dé fruto. 

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