Sunday, August 2, 2020

9 de agosto de 2020 – Homilia - El décimonoveno domingo del tiempo ordinario - el primer libro de los Reyes 19, 9a y 11-13a; Mateo 14, 22 - 33

       ¿Podemos reconocer la presencia de Dios cuando nos habla en una brisa suave o en una tormenta poderosa?  ¿Podemos reconocer la presencia de Dios en su cuerpo y en su sangre en la Santa Eucaristía?  En el cuento de Elías que escuchamos hoy en la lectura del primer libro de los Reyes, la palabra de Dios le dijo que Dios va a pasar en su presencia, pero él no sabia la manera exacta.  En nuestro encuentro con Dios en las sagradas escrituras, muchas veces Dios se manifestaba a los hombres con poder y grandeza.  Nosotros, como seres humanos, estamos cautivados en esta visión de la grandeza y la omnipotencia de Dios.  En el libro primero de los Reyes, Dios pasó ante Elías cuando él se refugiaba en una cueva del monte. Elías estaba buscando la presencia de Dios en su grandeza: en el viento impetuoso, en el terremoto poderoso, y en la tormenta terrible. Pero, Dios no estaba en estos momentos de poder.  Al contrario, Dios estaba en un momento de silencio, en una suave brisa. Muchas personas en el mundo moderno buscan a Dios en los momentos grandes de la vida. Pero, muchas veces, Dios está presente en los momento de silencio y en los momentos ordinarios de la vida.
      Pero, en el Evangelio de hoy de San Mateo, Cristo estaba presente a los discípulos en una manifestación de poder y en sus capacidades como el Hijo de Dios.  Los discípulos le encontraban en medio de la tormenta en el lago, cuando Jesús estaba caminando por las aguas en un milagro.  Los discípulos tuvieron miedo en este momento.  Ellos se perdieron su fe en Dios y en Jesucristo.  Jesús subió a la barca.  El viento se paró.  Los discípulos conocieron la identidad de Cristo en este momento, y se postraron ante él en su humildad.  Muchas veces, somos como los discípulos en nuestro camino de fe.   Es como no reconocemos la identidad de Jesucristo en la manera que vivimos nuestra vida de fe.  Muchas veces, somos como Pedro, con una fe efímera y superficial, con una fe llena de duda y temor.   Muchas veces, podemos decir – Si, tengo fe en Dios, pero no estoy cierto.  Tengo dudas. Tengo miedo. Tengo preguntas.  Muchas preguntas.  Pero, la presencia de Dios está siempre con nosotros en nuestro camino de fe, en la realidad de la vida, en los gozos y las tristezas, en los desafíos y en la tranquilidad.  La presencia de Dios puede ser como una suave brisa o una tormenta grande.  En su encuentro con Dios, Elías recibió el animo para cumplir su misión como profeta de Dios. Los discípulos crecieron en su fe, en su conocimiento de la identidad de Jesucristo como nuestro Salvador.  Ellos recibieron la fe para seguir en los caminos de la la misión de Cristo. Nosotros también debemos escuchar a la voz de Jesucristo en nuestra vida, a su presencia que está con nosotros. 

No comments:

Post a Comment