Wednesday, August 26, 2020

30 de agosto de 2020 - Homilía de vigésimo segundo del Tiempo Ordinario - Ciclo A – Jeremías 20:7-9; Mateo 16, 21-27

       En las palabras del profeta Jeremías, él busca un señal de esperanza en medio de las amenazas de sus enemigos. Jeremías sienta que está abandonado por Dios. Pero, después de comunicar con gritos y lamentos a Dios, Jeremías puede decir: Yavė, tu estás conmigo.  Tu eres mi defensor muy poderoso. Contigo a mi lado, los que me persiguen - no me vencerán. En verdad, en la mitad de las luchas y en los desafíos que tenemos en la vida de fe, podemos gritar a Dios como el profeta Jeremías. Podemos repetir estas mismas palabras, cuando nos sentimos que las dificultades y los problemas de la realidad del mundo nos agobian.  Hay personas en nuestro mundo que viven constantemente preocupados por los acontecimientos adversos y por los obstáculos que se agarran sin un sentido de esperanza. Pero, no necesitamos vivir como eso.  Nuestro Señor Jesucristo nos invita a unir nuestros sufrimiento con sus sufrimientos. Él nos invita a comportarnos y a vivir como verdaderos hijos de Dios.  Él nos invita a tener confianza en su misericordia, en su amor abundante, en su gracia como un don para nosotros.  Como hijos de nuestro Señor, podemos confiar en nuestro Dios misericordioso, en nuestro Dios que cuida de nosotros.  El Señor está siempre con nosotros.  Debemos confiar en él, porque el Señor nos da las fuerzas cuando tenemos los sufrimiento y las dificultades de la vida.

       Juntos con el mensaje del profeta Jeremías, escuchamos en el Evangelio de San Mateo.   Jesús habla con sus discípulos con mucha sinceridad y mucha ternura.  Él les habla sobre sus sufrimientos y su muerte, pero también la presencia de su resurrección. Para muchos de los discípulos, este asunto puede parecer como un catástrofe o la fatalidad de su destino como el Hijo de Dios.  Pero, para nosotros, con la cruz de Jesucristo, con sus sufrimientos, tenemos nuestra salvación, tenemos la vida nueva.  El reino de Jesucristo no es un reino terrenal que existe solo en este mundo.  No es un reino terrenal donde todos sus seguidores iban a conseguir buenos puestos en su gobierno.  En sus enseñanzas, nuestro Señor trata de desmontarles que el reino de Dios es algo diferente.  El reino de Dios no es solamente terrenal - tiene otra dimensión invisible para el momento presente

       En una semana, celebramos el Día del Trabajo en los Estados Unidos, el 7 de septiembre.  Siempre celebramos este día el primer día del septiembre.  Pero este día tiene significado importante - es mas de un día de vacaciones, un día sin trabajo.  El Día del Trabajo nos da la oportunidad de ver cómo el trabajo en Estados Unidos coincide con los elevados ideales de nuestra tradición católica.  En la Iglesia Católica, los asuntos de paz y de justicia son importantes.   Nuestro reto en este Día del Trabajo es ponernos a la altura del desafío de la solidaridad planteado por Cristo en su proclamación del reino de Dios.  El Catecismo de nuestra Iglesia Católica nos enseña, "Los problemas socio-económicos sólo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y los empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos.”  

       Para ser seguidores verdaderos de Cristo necesitamos negarnos a si mismo, tomar nuestra cruz, y seguirle.  A veces, necesitamos cambiar nuestras ideas sobre Jesús y sobre su reino.  Necesitamos mirar la realidad de nuestro mundo y poner los valores de nuestra fe.  Para tener solidaridad con nuestros hermanos y para tomar nuestra cruz, debemos vivir y proclamar los valores de nuestra fe.

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