Monday, July 6, 2020

16 de julio de 2017 - XV domingo del tiempo ordinario - Mateo 13,1-9

      Es increíble - la población del mundo ha crecido mucho.  En 1804, la población mundial alcanzó al mil millón de personas por la primera vez en la historia. Este año, la población se estima en casi ocho mil millones de personas. Yo no puedo comprender ese número. La China y la India tienen más de mil millones de personas cada uno.  Ustedes pueden imaginar, un problema que tantos países han enfrentado a la luz de este enorme crecimiento de la población es: ¿Cómo alimentan a tanta gente?  En el año del 1960, un agrónomo de los Estados Unidos fue a la India con un nuevo tipo de semilla de trigo.  Este agrónomo convenció a las autoridades del gobierno de India para que intentaran esta nueva semilla. Plantaron mucho de esta nueva semilla de trigo en la región de Punjab, en la India, donde los resultados fueron maravillosos. Más tarde, introdujeron una nueva variedad de arroz también. Estas nuevas semillas permitieron a la India ya otros países asiáticos evitar el hambre. Hoy día, con su enorme población, la India en realidad produce un excedente de alimentos y se ha convertido en un importante exportador de arroz y trigo.  Aquí, vemos el poder de una semilla con el poder de cambiar el mundo.  Jesucristo, en el Evangelio de hoy, nos habla del poder que la palabra de Dios puede tener. 
      A partir de esta semana, durante tres semanas en seguida, escucharemos de las parábolas de Cristo del Evangelio de San Mateo.  Cristo utilizó las parábolas para demostrar las características del Reino de Dios.  En esta parábola que escuchamos hoy, el sembrador siembra algunas semillas que mueren, mientras otras semillas se produzcan muchos frutos.  Podemos reflexionar sobre la palabra de Dios en nuestra propia vida y en la forma en que sembramos las semillas del reino de Dios en nuestro propio camino.  Todos nosotros, todos los hombres, mujeres y niños sentados aquí hoy en la misa, debemos vivir y sembrar como el buen campesino. Como un agricultor que se enfrenta a las inundaciones, las sequías y otros desastres de todo tipo, estamos llamados a comprometer nuestra vida y nuestro discipulado al trabajo de la evangelización para sembrar semillas de esperanza y fe, sembrar las mejores semillas que tenemos en nuestra vida.  Así como el agricultor usa el sol, los vientos y la lluvia para producir una buena cosecha, debemos usar la realidad de la creación de Dios alrededor de nosotros para sembrar y plantar.  Jesucristo, el Hijo de Dios, está presente en el Espíritu Santo de Dios con nosotros - él provee la gracia de Dios para nutrir y sostener nuestra fe. Sólo si nos dedicamos plenamente a la vida de fe, sólo si usamos los recursos que nos rodean, sólo si realmente le damos el mejor esfuerzo, podremos crecer verdaderamente como discípulos y evangelizar a nuestro prójimo.
        En el consejo parroquial estamos leyendo un libro de la Señora Sherry Waddell titulado Forming Intentional Disciples - Formando Discípulos Deliberados. El libro afirma que un gran error que cometemos en nuestras parroquias es que asumimos que todos los que han sido bautizados y crecen como católicos son verdaderamente evangelizados en la fe.  Este libro afirma que muchos de los que están en nuestros iglesia cada domingo no han sido evangelizados.  Por decirlo de otra manera, ¿cuántos cristianos no están realmente viviendo las vidas espirituales productivas?  Sin embargo, nuestra realidad y los desafíos que tenemos en nuestra vida como discípulos no se suponen que nos deprimen o nos hagan ser cínicos.  Debemos tener animo para afrontar nuestros desafíos con entusiasmo y esperanza, para estar en llamas para el Señor.
       Entonces, podemos tener preguntas en nuestra reflexion sobre la parábola del sembrador: ¿Qué tipo de suelo tenemos en nuestro huerto? ¿Permitimos que Dios arraigue en nuestra vida? ¿Permitimos que la Eucaristía y la Misa entren en nuestra vida y den fruto en el mundo a través de nuestras palabras y nuestras acciones? Buenas preguntas para contemplar en nuestra vida de fe.

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