Friday, May 31, 2019

16 de junio de 2019 – La Santísima Trinidad – Juan 16:12-15


    Hoy, con mucho gozo en nuestros corazones, celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. La Trinidad es un misterio de nuestra fe, es un imagen fundamental de nuestra comprensión de Dios, pero es algo muy difícil para describir y entender.  En verdad, la Trinidad de Dios vive en nosotros como una realidad concreta. San Gregorio de Nisa, escribió mucho sobre la Trinidad en el siglo cuatro; él dice que “el santo Bautismo se nos imparte la gracia de la
inmortalidad por la fe en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo.”  Conocemos mucho sobre Dios y sobre la Santísima Trinidad, pero, en su realidad, la Trinidad es un misterio de la fe.  El misterio de la Santísima Trinidad es el punto de partida de toda la verdad revelada de nuestra fe cristiana y es la base de donde procede la vida divina en nuestro mundo con nosotros. En verdad, podemos declarar sin duda que somos hijos del Padre, que somos hermanos y seguidores del Hijo – nuestro Salvador y nuestro Redentor – y que caminamos continuamente en nuestro camino de fe con el Espíritu Santo como nuestro guía espiritual, como la presencia del amor y de la misericordia de Dios en nuestro mundo. En nuestra celebración de la Trinidad este domingo después de la temporada de Pascua, podemos celebrar también la filiación divina que tenemos en la Trinidad, que esta filiación nos hacemos templos vivos de esta misma Trinidad aquí en la tierra.
      Con la gracia de la Santísima Trinidad como un don de nuestra fe,  podemos ser partícipes de la fuerza vivificante que tenemos en ella.  A partir de la muerte que tenemos al fin de nuestro camino aquí en la tierra, somos reengendrados en la vida eterna. Por la fe y la vida que tenemos en la Trinidad, somos seres dignos de esta gracia de Dios y en la salvación que tenemos en El.  Somos imperfectos en la manera que vivimos en el mundo, somos imperfectos en nuestra condición humana, pero en el bautismo de salvación en la Santísima Trinidad, somos seres nuevos y tenemos una vida nueva en ella. En el misterio de nuestro segundo nacimiento en las aguas del bautismo,  podemos obtener la plenitud en el nombre del Padre y del Hijo solo con la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida y en nuestro mundo.  Por eso, tenemos nuestra esperanza y nuestra confianza en la salvación de nuestras almas en las tres personas de Trinidad, que conocemos en los nombres del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
      Termino mi homilía con una oración a la Santísima Trinidad por el Papa Juan Pablo Segundo – “Bendito seas, Padre, que en tu infinito amor nos has dado a tu Unigénito Hijo, hecho carne por obra del Espíritu Santo en el seno purísimo de la Virgen María, y nacido en Belén hace ahora dos mil años. Él se ha hecho nuestro compañero de viaje y ha dado nuevo significado a la historia, que es un camino hecho juntos, en el trabajo y en el sufrimiento, en la fidelidad y en el amor, hacia aquellos cielos nuevos y hacia aquella tierra nueva, en la que Tú, vencida la muerte, serás todo en todos.  AMEN.”

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