Esta tarde, comenzamos el Triduo pascual, una liturgia que continua de tres días en la que conmemoramos la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo durante la Semana Santa. Ustedes notarán que no hay una despida esta noche al fin de la misa, ni hay una bienvenida o una despida mañana en la liturgia del Viernes Santo. La misa esta tarde de la Última Cena del Señor destaca el drama y la tensión de las horas finales de la vida y el ministerio de Cristo aquí en la tierra. Mientras se reúne con sus discípulos, cena con ellos y se lava los pies, sabemos que los últimos momentos del camino de Cristo seguirán: su oración angustiada en el huerto de Getsemaní, la traición de Judas y la detención de Cristo por el autoridades romanas. Pero, sabiendo lo que está delante de él, Cristo no se retira, sino que él continúa ayudar sus discípulos, amándolos hasta el final como nos dice el Evangelio.
La misa de esta noche vincula intrínsecamente la Eucaristía con la acción de servicio de Cristo en el lavamiento de los pies de sus discípulos. En nuestra segunda lectura de la primera carta de San Pablo a la comunidad de Corinto, tenemos una de las primeras referencias a la institución de la Eucaristía de la Iglesia. Cada vez que los discípulos de Cristo celebraban esta cena, cuando compartían los dones de pan y vino en su nombre, experimentaban su presencia en medio de ellos.
En Israel la época de Jesucristo, los huéspedes venían a un hogar de las calles sucias, con los pies lavados por el servidor mas humilde en la casa en una acción de servicio. Al lavar los pies a sus discípulos, Jesús hizo una declaración muy fuerte que tenían mucho simbolismo para ellos. Él resume su vida de servicio al Dios Padre y al pueblo en esta acción de lavar los pies de ellos, reflejando la humildad y el servicio que abrazó a lo largo de su vida y su ministerio. Lavar los pies de sus discípulos prefigura la muerte de Cristo en la cruz, su último acto de servicio a Dios y a toda la humanidad. Jesús nos dice: “Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan." Como el pueblo eucarístico, recibimos a Jesucristo en nuestras vidas en una manera especial en su cuerpo y su sangre, el mayor don de entrega que podríamos recibir. Como Cristo resucitado compartió la cena con sus discípulos la noche antes de su propia pasión, él también nos sirve cada vez que nos reunimos alrededor de su mesa para celebrar la misa. Que el ejemplo de Cristo, el amor de Cristo, que hoy celebramos en el Jueves Santo, sea la luz de Cristo en nuestras vidas.
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