En el Evangelio de hoy, Juan el Bautista da
testimonio de la identidad de Jesucristo, nuestro Señor. Juan dice que Jesús es el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo. Las palabras de Juan el Bautista recuerdan a los
corderos que se ofrecían diariamente en el templo de Jerusalén como sacrificios
a Dios. Estas palabras recuerdan también al cordero
pascual cuya sangre libró a los israelitas de la muerte de los primogénitos
llevada a cabo por el ángel exterminador.
El cordero es el símbolo del ser inocente, que no
puede hacer mal a nadie sino sólo recibirlo. Podemos mirar en nuestro mundo de hoy el dolor
inocente que está gritando en nuestras calles, el dolor inocente que podemos descubrir
en la multitud de las personas que sufren y mueren a manos de los malvados. Podemos tener un dolor en nuestra vida que puede
abrumarnos. Podemos tener este dolor en muchas formas:
depresión, enfermedades mentales de todo tipo, luchas con adicciones de alcohol
y drogas – ellos pueden hacer estragos a nuestra vida, a nuestra familia, y a
nuestra espiritualidad si no recibimos ayuda, si no vamos a Dios con todo que
está adentro de nuestros corazones.
Nosotros, como seguidores de Cristo, proclamamos
que sí, Cristo, su muerte nos ha redimido. Su muerte nos ha salvado. En verdad, Cristo nos ha salvado de nosotros
mismos, de nuestras limitaciones, de nuestros pecados, de nuestras luchas y de
nuestro dolor. Cristo borró con su
sangre nuestros pecados personales y los pecados de toda la humanidad - de ahí
que la mirada de nosotros los cristianos comparte siempre de la misericordia y
la esperanza de Cristo al mundo. En el fondo de la
entrega de Jesús como Cordero está el inmenso amor con el que Dios nos ama.
Jesús se entregó
por ti y por mí – por nosotros – y por el mundo. Estar junto con
Cristo es descubrir lo más profundo del amor de Dios para todos los seres
humanos, especialmente a los más pobres y los más necesitados. Con este amor de
Cristo que tenemos en nuestra vida, que tenemos en el gozo de espiritualidad, podemos
dar testimonio a todo el mundo, el testimonio de Cristo, el Cordero de Dios.
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