Necesitamos el bautismo para nuestra
salvación. En el bautismo de Nuestro
Señor, el Espíritu Santo bajó de los Cielos como una paloma para anunciar la
identidad de Jesucristo. En el momento de nuestro bautismo, el Espíritu
Santo nos transforme en hijos de Dios.
Es una transformación permanente que hace una marca imborrable en nuestra
alma. La invitación del bautismo es una invitación por
la parte de Cristo, es una invitación para entrar en El mismo. En verdad, Juan puede bautizar a la gente con el
agua e invitarles al arrepentimiento, pero él personalmente no puede
concederles el perdón. El bautismo de Juan es externo y físico, mientras
que el bautismo que Cristo puede darnos es interior y espiritual.
Nosotros, como católicos, somos privilegiados
para tener el don de Dios y de nuestra fe en nuestras vidas. Muchas veces no nos damos cuenta que la presencia
del Espíritu Santo nos hace seres nuevos, capaces de entender y ayudar a otras personas
que no han terminado de aceptar a Dios en sus vidas. Es importante para reconocer que en nuestra
celebración de hoy en el bautismo del Señor, estamos celebrando nuestro
bautismo también. Y en nuestro bautismo,
viene la responsabilidad.
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