Thursday, May 16, 2013

5/19/2013 – Pentecostés – Juan 20:19-23; Salmo 104; 1 Corintios 12,3b-7, 12-13


        Hoy, terminamos nuestro camino en el tiempo de Pascua con la celebración de Pentecostés.  El Espíritu Santo está en el centro de esta celebración.  Podemos preguntarnos: ¿Qué es el Espíritu Santo?  ¿Es una fuerza ventosa o una presencia adentro de nosotros?  ¿Es un ser personal o un fantasma misterioso?  Me recuerdo que una vez un prisionero me preguntó: Padre, yo oro a Dios Padre y a Jesucristo, pero nunca oro al Espíritu Santo – ¿es un pecado? Recientemente, leí en un estudio que 60% de los cristianos en los Estados Unidos miran al Espíritu Santo como un símbolo del poder de Dios o un símbolo de su presencia, pero no miran como un ser vivo. 
         El Papa Benedicto hablaba mucho sobre el Espíritu Santo.  Decía que todos los cristianos deben utilizar el Espíritu Santo en nuestra vida de oración, especialmente cuando no podemos encontrar las palabras para orar.  Según Benedicto, el Espíritu Santo es la fortaleza en nuestras oraciones débiles, la luz en nuestras oraciones lejanas, y el foco de nuestras oraciones secas.       El Espíritu Santo puede enseñarnos en nuestra oraciones, y puede asegurarnos que siempre tenemos la presencia de Dios con nosotros. 
          El Papa Francisco también habla mucho sobre el Espíritu Santo en nuestra vida, diciendo que muchas veces, resistimos el trabajo del Espíritu en nuestra vida, especialmente cuando el Espíritu nos empuja afuera nuestra zona de confort.  El Papa dice – necesitamos tener el hábito de preguntarnos al fin de día: ¿Qué hizo el Espíritu Santo en mi hoy día?  El Papa Francisco mira al Espíritu Santo como la presencia divina en nuestra vida que puede avanzarnos como Cristianos.  Sin la presencia del Espíritu con nosotros, no podemos entender nuestra vida.
         En nuestro Evangelio de hoy, se presentó Jesús en medio de sus discípulos en la casa con sus puertas cerradas.  En este momento, los discípulos no se daban cuenta sobre las ramificaciones de su muerte y resurrección.  En la mitad del miedo de los discípulos, Jesús llevó su paz y el Espíritu Santo también, para quedar con ellos.  En este Espíritu, nació nuestra Iglesia.  Y podemos llamar al Espíritu para guiarnos y dirigirnos en nuestro Camino.
         En nuestro salmo, dice: “Envía tu Espíritu Señor, y repuebla la faz de la tierra.”  El Espíritu es una realidad en el mundo hoy.  Tiene su existencia propia y su función propia en la vida de Dios y en nuestro plan de salvación.  El Espíritu está aquí para facilitar la unidad de la raza humana en el cuerpo de Cristo.  Pero, con el Espíritu, tenemos diversidad en nuestra unidad también.  San Pablo, en su carta a los corintios, habla sobre los dones del Espíritu, las formas diferentes del servicio – y todo de eso es una parte del mismo Dios.
         Nuestra celebración de Pentecostés termina oficialmente el tiempo de Pascua, pero cada uno de nosotros necesita utilizar la presencia del Espíritu Santo que está con nosotros y vivir el mensaje de Cristo resucitado en nuestra vida.  El Espíritu de Pascua, el Espíritu de Cristo resucitado, está vivo y activo en nosotros.  Cristo ha resucitado y se fue a los cielos en la Ascensión.   
         

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