Para nosotros católicos, Pascua es un
tiempo especial. La realidad de Pascua significa que somos
personas transformadas - transformadas en la resurrección de Jesucristo –
transformadas también en la vida nueva que tenemos en el. Todos estos domingos hasta el da de
Pentecostés son los domingos del tiempo de Pascua, y por eso, necesitamos
recordarnos que Pascua no es un solo domingo. En verdad, Pascua no es un día de
celebración, sino una manera de vivir cada día en nuestro camino de fe.
Nuestra vida cristiana comienza con la
Pascua. Sin Pascua, solo hay el silencio – solo
hay la muerte – solo hay nuestra vida terrestre. Pero, con nuestra vida en Jesucristo, podemos
tener alegría y gozo en un sentido muy profundo, porque Cristo ha resucitado,
Crista ya viva entre nosotros. En verdad, Jesús es nuestro pastor que
vive. El es el buen pastor y somos sus ovejas.
Jesús es la puerta y el camino que nos introduce a la salvación del
Padre. No hay otro camino ni otra puerta en nuestra vida de fe.
Si Jesús es el pastor de nuestra vida de
fe, tenemos que existir en relación con el como nuestro guía y maestro. ¿Podemos decir con afirmación que Jesús es
en verdad mi pastor? Escuchar la voz de Jesús, nuestro Pastor,
es reconocer su autoridad y su importancia en nuestra vida, comulgar con su
mensaje, dejarse guiar por él y saber distinguir su voz entre los miles de
voces que nos convocan de todas las partes del mundo. Seguir la voz de Jesucristo es ser su
discípulo, ser miembro comprometido de su iglesia y pertenecer a su rebaño. Conocerle es experimentar su amor, acoger
el don de la vida eterna que tenemos en El. Necesitamos ser su amigo, compartir su
mesa y comunicarse con él diariamente a través de la oración. Hoy, el Evangelio nos invita a quedar en
su rebaño, escuchar a su voz, y seguirle y conocerle.
El Evangelio nos invita a reconocer que
El es la puerta del nuestra salvación y la puerta de nuestra comunidad de fe,
la iglesia de nuestro Señor Jesucristo.
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