Friday, October 28, 2011

10/30/2011 – Homilia – El XXXI Domingo del Tiempo Ordinario – Mateo 23, 1-12; Malaquías 1, 14b; 2,1-2, 8-10


Podemos vivir para la gloria de nosotros mismos, o podemos vivir para la gloria de Dios, para la gloria de su reino.  Es el tema de nuestras lecturas hoy día.  El profeta Malaquías hablaba a los sacerdotes cinco siglos antes del nacimiento de Jesucristo.  El pueblo de Israel ha llegado recientemente despues de su exilio en Babylonia.  En esta época, el pueblo ha abandonado su fe en Dios para dar alabanzas a los idolos.  En lugar de servir a Dios, los sacerdotes de esta época estaban ocupado de recibir sus propias ganancias.  Podemos aprender en nuestra lectura de Malaquías: No es suficiente para tener solo la superficie de nuestro culto.  Es mas importante para dar gloria a Dios en nuestros corazones.  Lo que es afuera debe reflexionar sobre lo que es adentro.
En el Evangelio de San Mateo, Jesús hablaba a los letrados y a los fariseos con palabras muy fuertes.  Ellos llevaron la gloria que necesitamos dar a Dios, y pusieron a ellos mismos.  Yo creo que nosotros podemos reflexionar sobre muchas personas en nuestra vida y en nuestra comunidad de fe que tienen mucha humildad y compasión en su espiritualidad que los fariseos no tienen en su vida de fe.  Para nosotros, Jesús es el ejemplo de humildad y del amor de nuestro Padre.  En los gozos y en los sufrimientos, en la realidad de nuestro mundo, Jesús está en medio de nosotros, sus seguidores.  Jesucristo está aqui con nosotros, dispuesto a servirnos, a ayudarnos, a reafirmarnos. 
Es importante para seguir la ley y los mandamientos de Dios, es seguro, pero no como los fariseos.  Cristo nos enseña como sus discípulos que el camino de los fariseos no es nuestro camino.  Con nuestro Padre, con nuestro Señor, podemos caminar en el Camino de fe.  Podemos reconocer un solo jefe, un solo maestro, Cristo, el Señor.  Debemos dar honor a nuestro Señor en el servicio de nuestros hermanos. 
En nuestra vida de fe, existe una tensión, un conflicto, sobre el ideal que tenemos en los valores de nuestra fe, y la realidad que vivimos diariamente.  El Evangelio y el profeta Malaquías hablaban sobre una tensión, esta realidad humana.  La religión y la fe son más de los ritos y las formas.  En nuestra vida de fe, en nuestro viaje, hay nuestras relaciones con Jesús, hay las cosas pasando en nuestros corazones.  Hay más que la superficie. 

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