Saturday, September 11, 2021

12 de septiembre de 2021 – XXIV domingo del tiempo ordinario – Santiago 2: 14-18

     En la Misa este domingo, continuamos con nuestras lecturas de la Carta del apóstol Santiago.  Esta carta tiene consejos prácticos sobre la vida cristiana, como podemos vivir cada día como discípulos de Cristo.  Hace dos semanas, escuchamos este desafío del primer capitulo de la carta de Santiago: “Pongan en práctica esa palabra de Dios y no se limiten a escucharla”  El domingo pasado, Santiago dio consejos sobre las divisiones en la comunidad cristiana, divisiones entre los ricos y los pobres.  Era una comunidad exclusiva - no era una comunidad incluida.  Hoy continuamos con estos temas.   Santiago dice que no sólo necesitamos la fe, sino que nuestra fe debe producir buenas obras.  

     Recuerdo que en la universidad, leímos un libro en la clase de religión con el título: La Fe es un verbo. Todavía, me recuerdo el título de este libro después de 40 años.  De hecho, nuestra fe no es una teoría o una idea.  Más bien, la fe es una manera de vivir que tiene su fundación en la revelación de Jesucristo y la nueva vida que tenemos en él.  En la vida de fe, necesitamos abrir la mente y a la espiritualidad a Jesucristo – pero no la vida de fe no termina con eso. Necesitamos vivir la fe cada día. Nuestra fe nos impulsa a hacer algo.  Nos llama a las obras espirituales y corporales de misericordia. Según San Santiago en su carta, si tenemos fe sin obras, entonces la fe está muerta.  Nuestra fe debe tener acción y debe tener vida - no puede ser rígido o estático o inflexible.  En la fe, estamos emergentes y en desarrollo.


     Esta lectura de la carta de Santiago a veces se malinterpreta, especialmente en el contexto de las enseñanzas de la Iglesia Católica. Recibimos la salvación como un don gratuito de Dios; no la obtenemos por nuestra cuenta o nuestras acciones o nuestras obras.  Nunca somos justificados ante Dios por nuestros propios esfuerzos.  Pero, como dice Santiago hoy, la fe debe dar frutos y tener un impacto real en nuestra vida y en la vida de nuestro prójimo. La fe debe impulsarnos a la acción.  Nuestra ser, nuestros deseos y nuestras acciones deben cooperar con la voluntad de Dios y la llamada de Dios.


     Tengo un grupo de doctrina aquí en St Jude en ingles que se llama QUADS. Se llama QUADS porque están compuestos por cuatro miembros. Este programa QUADS sigue un plan de estudios desarrollado por una universidad Franciscana. En este grupo, nos reunimos cada semana para discutir nuestras lecciones y las lecturas de las Sagradas Escrituras, para crecer juntos en la fe y compartir nuestra fe juntos.  Nuestro grupo de QUADS acaba de terminar la lección 28, que se llama "Un tesoro para compartir." “Un tesoro para compartir” - es el punto del mensaje que tenemos hoy en la carta de Santiago.  Si reconocemos el verdadero tesoro que es la fe, querremos dar frutos en el camino de fe, querremos poner nuestra fe en acción.  Es muy importante ser testigo.  Estamos llamados a seguir el camino antes de poder hablar.  El Papa Pablo VI, en su documento sobre la evangelización, Evangelii Nuntiandi, escribió esto: “El hombre moderno escuchará más a los testigos que a los maestros, y si escuchan a los maestros es porque son testigos.”  Debemos ser testigos tanto en acciones como en palabras. La lección QUADS lo expresó de esta manera: “Viva su fe de tal manera que la gente le haga preguntas al respecto. Conozca su fe de tal manera que esté listo para explicarla en cualquier momento.” 


     Pero, es importante para reconocer en la vida de fe y en las obras y las palabras y las acciones que surgen de la vida fe; todo es es posible con la gracia de Dios y la obra del Espíritu Santo.  Si no estamos abiertos a la interacción de la gracia de Dios en nuestras vidas, nada de esto será posible.


     Quiero concluir con las palabras del prefacio que usamos en la oración eucarística este domingo: “Cuya muerte celebramos unidos en caridad, cuy resurrección proclamaos con viva fe, y cuy advenimiento glorioso aguardamos con firmísima esperanza.  Esta oración habla sobre “viva fe”: eso es el mensaje de la carta de Santiago: una fe que es verdaderamente viva.

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