Monday, September 7, 2020

13 de septiembre de 2020 – la homilía del domingo XXIV del tiempo ordinario – ciclo A - Mateo 18, 21 - 35

       Jesucristo nos llama a perdonar.  Es el mensaje de toda la buena nueva de Jesucristo.  Es el mensaje del Evangelio de San Mateo que escuchamos hoy.  Cuando perdonamos a nuestros hermanos, cuando perdonamos a nuestros enemigos, imitamos el perdón, el amor, y la misericordia de Dios, la verdad que tenemos en Dios. En el Evangelio de hoy, nuestro Señor nos da una parábola del siervo impenitente, del siervo sin misericordia.   Este siervo debía a su maestro una cantidad de dinero muy grande, una cantidad de dinero inmensa.  Su maestro podía tener un corazón muy rígido, un corazón sin misericordia, pero el maestro tenía compasión y le perdonaba su deuda grandísima.  Esta parábola demuestra el perdón de Dios en una manera que podemos entender muy bien.  Es mucho que nosotros le debemos a Dios, pero Dios tiene misericordia para nosotros - él nos perdona.  Podemos hacer muchas cosas en nuestra vida de fe.  Podemos hacer obras de caridad.  Podemos luchar contra la opresión y la injusticia que existen en nuestro mundo moderno.  Podemos hacer muchas acciones buenas.  Pero, nada es suficiente para pagar nuestra deuda con Dios.  Nunca podemos pagar esta deuda grandísima.  Pero, no importa, porque Dios nos perdona siempre, porque su misericordia no conoce ni fronteras ni limites.  

         La palabra de Dios siempre habla en la realidad de nuestra vida.  Hoy, tenemos una realidad muy fuerte que no podemos olvidar, la realidad de la pandemia de COVID-19.  También, hay otra realidad fuerte.  El viernes pasada era el 11 de septiembre, el aniversario de los ataques de terrorismo en el año de 2001. Vivimos en un mundo donde muchas personas viven con el espíritu de venganza, de retribución, de violencia.  Pero, todo de eso es contrario del espirito del Evangelio de Jesucristo.  Con el perdón de Dios que tenemos en la vida de fe, tenemos la libertad de elegir nuestro camino.  Diez y nueve años después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, podemos ser como el siervo de la parábola en el sentido que no queremos imitar la compasión que Dios nos enseña.  En la parábola, Jesús explica que el siervo no es capaz de ser compasivo con quien tiene con él una deuda pequeña. Y hay deudas pequeñas y deudas grandes en nuestro camino de fe - es verdad.

      Hay una película del año 1987 que se llama La Princesa Prometida.  Hay un hombre en esta película que tenía solo un meta en su vida - tener venganza del homicidio de su papa.  Cuando él se encontraba el hombre quien mataba a su papa, el hablaba palabras muy famoso: “Me llamo Iñigo Montoya.  Mataba mi padre.  Prepara a morir.”  Pero, al fin de la película, este hombre, Iñigo Montoya, dijo otra cosa muy famosa: “Yo tenía la preocupación de venganza por muchos años, pero, ahora la venganza terminaba, entonces, yo no conozco que puedo hacer por el resto de mi vida.  En verdad, hay muchas personas en nuestra vida que tiene esta preocupación de venganza y violencia.  

       La llamada que tenemos en el evangelio de San Mateo es muy fuerte.   Necesitamos sembrar las semillas de perdón y de misericordia en la realidad de nuestra vida, con nuestros hermanos y con nuestros enemigos.  Para el perdón que tenemos en nuestra fe cristiana, es muy importante para tener conciencia de sentirse perdonado por Dios en la realidad de nuestra vida.  Sólo en nuestras relaciones con Dios, podemos encontrar el sentido de perdón en el contexto de las ofensas dolorosas que hemos cometido.  La enseñanza que tenemos en nuestro Evangelio es clara: sólo quien perdona a su prójimo puede recibir el perdón del nuestro Señor.  La persona que no está dispuesta a perdonar, demuestra que no tiene un corazón renovado.

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