Saturday, August 25, 2018

26 de agosto de 2018 – Vigésimo primer Domingo del tiempo ordinario – Juan 6,60-69


           Hoy, continuamos a escuchar el sexto capitulo del Evangelio de San Juan.  Esta lectura nos enseña mucho sobre nuestra fe católica – es por qué escuchamos muchas lecturas de este capitulo este mes de agosto.
         Jesús explica a sus discípulos que él es el pan de vida, que su carne y su sangre son la verdadera comida y la verdadera bebida que nos dan la vida eterna, que Cristo permanecerá en nosotros, y que permaneceremos en él, si recibiremos su cuerpo y su sangre. En el Evangelio, escuchamos dos respuestas diferentes a las palabras de Jesucristo.  Unos de sus seguidores quieren huir después de escuchar su mensaje, pero otros quieren continuar el camino como discípulos, creyendo que él es el hijo de Dios.¿Qué podemos decir sobre el Evangelio de hoy?  En verdad, tenemos alternativas en nuestro camino.  También, necesitamos reflexionar sobre la perspectiva que tenemos en nuestra fe y en las enseñanzas de Cristo.  Y necesitamos tener conciencia sobre la gracia de Dios que está presente en nuestra vida de fe. 
         Hay dos grupos de discípulos en el Evangelio con dos perspectivas muy diferentes – y hay perspectivas diferentes en nuestro mundo moderno también.  Como católicos, tenemos el desafío para mirar nuestra vida por la lente de nuestra fe en lugar de la perspectiva de nuestra sociedad secular.  Muchas veces, no estamos de acuerdo con los valores de nuestro mundo.  Podemos huir, pero tenemos el desafío para quedar con Jesús. 
         Jesús explica - "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede"  No podemos hacerlo solitos – necesitamos la gracia de Dios para ayudarnos en nuestro viaje.  Celebramos la Eucaristía cada domingo como una comunidad de fe para darnos esta gracia y la comida espiritual.   La Eucaristía nos sostiene y nos alimenta.  Podemos tener una vida autocomplaciente.  Podemos hacer los movimientos de vivir en nuestra fe sin desafíos y sin vida nueva. 
         Con la gracia de Dios, podemos abrir nuestros mentes a su presencia en nuestra vida.  Por la gracia de Dios, por nuestra fe católica, tenemos una relación con Cristo.  En nuestra relación con Cristo, necesitamos el arrepentimiento y la conversión para crecer y para aprender. Como Pedro, si creemos en las palabras de Jesús como las palabras de vida eterna, necesitamos quedar con él.  

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