Estamos al último
domingo de adviento, al fin de las semanas de preparación que tenemos antes del
nacimiento de nuestro Señor en nuestro mundo.
En el segundo y en el tercero domingos de adviento, escuchamos la voz de
Juan el Bautista gritando en el desierto. Juan estaba preparando un camino para
la llegada de Jesucristo. En el
Evangelio de hoy, escuchamos la voz de María cuando ella estaba recibiendo el
mensaje del Ángel Gabriel.
Al inicio de este
encuentro entre María y el Ángel en el Evangelio, ella tenía miedo del contenido
de su mensaje. Es verdad, a veces, no
queremos escuchar a la voluntad de Dios en nuestra vida. Pero, el Ángel le dice a María: “ No tengas
miedo.” Dios nos dice lo mismo: que no debemos tener miedo en la presencia de
nuestro Señor. Pero, a veces, tenemos
miedo en nuestra vida, en nuestra vida de fe, porque pensamos que Dios está muy
lejos de nosotros, que Dios ha olvidado de nosotros. Como la Virgen María tenía
el favor de Dios en el mensaje del Ángel, nosotros estamos en su favor en una
manera como su discípulo. Es verdad que
Dios no se olvida de nadie, como Él no se olvidó de María.
María tenía esta
experiencia de Dios en su vida. Tenemos
una experiencia de Dios en nuestra vida también, una presencia con Él. Pero, a veces, no estamos consciente de su
presencia. Yo estaba hablando con los
prisioneros de la cárcel en mi ministerio la semana pasada, y algunos me
dijeron que ellos no tenían ningún conocimiento de Dios por muchos años antes
de ir a la cárcel. Probablemente, la
falta de una espiritualidad y una relación con Dios es la razón que ellos están
en la cárcel. A veces, estamos en una esclavitud peor de una cárcel cuando
estamos afuera de Dios en nuestra vida.
Con el mensaje del Ángel, María tenía una propuesta muy importante, y
ella tenía la libertad de aceptar o rechazar esta propuesta como nosotros
tenemos esta libertad también. Si no
estamos atentos a la voluntad de Dios en nuestra vida, su propuesta para
nosotros no significa nada.
Estamos una semana
antes del nacimiento de Jesús en nuestra vida, en nuestro corazón. La Virgen María nos da un ejemplo muy buena
que podemos seguir en nuestras vidas. ¿Cómo estamos reaccionando a la presencia
de Dios en nuestra vida? ?Estamos
consciente a su presencia, a la experiencia que tenemos con Él?
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