Nosotros católicos tenemos mucho animo para
celebrar el tiempo de cuaresma cada año. Cuaresma es un tiempo especial de viajar con
Cristo en el desierto durante 40 días, de mirar a nuestros corazones y nuestras
vidas. La cuaresma nos da un tiempo de conversión,
arrepentimiento y renovación. Nuestra fe católica es rica en tradiciones en el
tiempo de cuaresma, con el sacramento de reconciliación, con el via cruces, y con
la observancia cuaresmal de la oración, el ayuno y las obras de caridad. Hoy, el Evangelio del hijo pródigo se nos
presenta el tema del perdón, un tema muy importante en el tiempo de cuaresma. La mayoría de nosotros encuentra el perdón como
algo muy difícil para vivir en nuestra
camino de fe. En la misa diaria de este martes pasado,
escuchamos del evangelio de San Mateo. En este evangelio, Pedro pidió a Jesucristo sobre
la frecuencia que debemos perdonar a su hermano que le ofende. Pedro pregunta – ¿debo perdonar a mi hermano 7
veces? Cristo dice mas de 7 veces - sino más bien setenta
veces siete. Pedro quiere parecer indulgente y misericordioso,
le pregunta si él debe perdonar 7 veces,
porque los rabinos en la Israel enseñó que necesita perdonar a sus enemigos no
más de 3 veces, citando la sagrada escritura del primer capitulo de Amós con lo que Dios
perdonó a los enemigos de Israel 3 veces. Por lo tanto, que perdona más del doble de los
tiempos citado en la sagrada escritura Hebrea, Peter probablemente pensaba que Cristo
iba alabarlo por su misericordia.
Por
supuesto, Pedro y otros discípulos debería tener supresa por la respuesta de Jesucristo
porque Dios no nos llama a poner límites a nuestra merced y perdón. Se nos llama a perdonar con tanta gracia y
generosidad mil veces como lo hacemos la primera vez que perdonamos. Somos capaz de practicar este tipo de perdón por
la presencia del Espíritu del Señor que llena nuestro corazón. Es solamente a través de Dios que podemos
verdaderamente perdonar. Es más fácil para desear la venganza o la retribución
o recuperación en lugar de perdonar. Normalmente, es mucho trabajo para perdonar.
Tal vez la humildad es la clave para vivir el
perdón en nuestra vida. En su humildad, el hijo pródigo es capaz de decir
en el Evangelio de hoy: “Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: ‘Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.
Recíbeme como a uno de tus trabajadores.’” Si quedamos en nuestro orgullo y arrogancia y
vanidad, el perdón quedará un ideal
inalcanzable. Necesitamos reconocer nuestras debilidades y
nuestras heridas. Necesitamos reconocer nuestra dependencia de
Dios. El fundamento del perdón es el amor que Dios nos
da. El fundamento del perdón es el amor ágape que
debemos vivir en nuestro camino de fe.
Una de las obras espirituales de misericordia es
perdonar las injurias. Pero, ¿cómo podemos realmente perdonar a aquellas
injurias que cortan nuestros corazones, que atacan a nuestras vidas y las vidas
de nuestros queridos? A veces no nos damos cuenta de las formas en que
nuestros hermanos y hermanas han tenido que perdonar en la realidad de sus
vidas. Un miembro de nuestra parroquia aquí se dará un
testimonio de fe hoy en el quinto obra espiritual de misericordia - a perdonar
las injurias.
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