Hoy, comenzamos el Triduo con el Jueves Santo,
con la misa de la última cena que Cristo tenía con sus discípulos. Hoy, continuamos la narración de la pasión de
Cristo. Hoy, el Viernes Santo es, para los cristianos de todo
el mundo, un día de ayuno para conmemorar la importancia de este día en nuestro
camino de fe. En verdad, el Viernes Santo es el ayuno pascual. En este día de ayuno, en el día en que Cristo se
murió, conmemoramos la Pasión de nuestro Señor según el Evangelio de San Juan. En este día de la muerte de Cristo en la cruz, es
el solo día del año en que no hay misa, pero nosotros, los fieles, recibimos el
cuerpo de Cristo como nuestra conmemoración hoy. Más que las humillaciones y los sufrimientos de
la Pasión de Cristo, lo que brilla hoy en nuestra celebración es la gloria de
la Cruz.
Estamos en la mitad de Triduo de la Semana Santa,
pero en otro sentido, podemos decir que hoy, Viernes Santo, ya es Pascua. Celebramos estos tres días del Triduo como un
único día, viviendo el único misterio de la Pascua de Cristo, de su muerte y su
resurrección, de la salvación y la redención que tenemos en él. Hoy nos centramos de modo especial en la muerte
de Cristo, pero con la mirada puesta ya en su resurrección – la resurrección de
Pascua. Todos de nosotros tenemos nuestras cruces en
nuestras vidas, por supuesto, pero con la cruz de Cristo y con nuestras cruces,
siempre hay la esperanza de la resurrección. La veneración de la Santa Cruz es una acción
simbólica muy expresiva y propia de este día con esta proclamación: “Miren el
árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. Vengan
a adorarlo.”
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