Wednesday, November 13, 2013

11/17/2013 – trigésimo tercer domingo del tiempo ordinario - Lucas 21,5-19

      En el Evangelio de hoy, un grupo de judíos hablaba sobre la belleza de las piedras del templo y de los adornos que este edificio poseía.  Jesús explicó a este grupo que toda esa belleza quedará destruida algún día.  La gente extrañada le preguntaba sobre este tema y el Señor ofrecía algunas enseñanzas para ellos & para nosotros.  Jesús nos dice: “No se dejen engañar."   En verdad, hay muchas distracciones en nuestra vida en el mundo de hoy. Tantas que nos hacen olvidarnos de cosas importantes.  A veces, podemos pensar que estas distracciones nos ofrecen respuestas a la vida, pero, en verdad son profetas falsos. Jesús nos dice que "Vendrán muchos haciéndose pasar por mí." Hay líderes humanos en nuestra sociedad que ofrecen nuevos caminos y proyectos grandes y dicen que ellos pueden resolver los problemas en  nuestra vida.  Pero, no podemos olvidar que sólo Jesús nos ofrece un proyecto duradero y eterno. Tenemos que estar alertas para saber cuál es la hondura y la trascendencia de los mensajes que nos ofrecen. También, Jesús nos dice - "Cuando oigan alarmas de guerra y revoluciones, no se asusten..."  Cualquiera puede decir que este tiempo final es hoy. La verdad es que por desgracia la humanidad siempre ha estado en violencia – en guerras – en sufrimiento. Algunos creen ver en todos estos signos el final del tiempo presente, pero Jesús nos dice que no nos asustemos. Finalmente, Jesús nos dice que vamos a tener la oportunidad de dar testimonio de el. Entre los desafíos y las amenazas de nuestra vida y del mundo humano, podemos dar testimonio de nuestro Salvador, testimonio de nuestra fe en Jesucristo.  Necesitamos permanecer firmes en nuestra fe, y en esta fe, podemos encontrar la salvación.  Es verdad que todas las cosas y las circunstancias de la vida no pueden alejarnos de la presencia de Dios.

      Con la vida nueva con tenemos en él, el Maestro nos invita a ser personas de la luz y de la verdad, con dominio de sí mismo.  En nuestra fe y en nuestro encuentro con él, podemos tener la paz de Cristo donde no existe el miedo. Necesitamos la perseverancia para que nuestro mundo no se quede huérfano de la presencia del buen Dios.

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