Saturday, September 10, 2022

11 de septiembre de 2022 - vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario - La Oveja Perdida - CICLO C - LUCAS 15:1-10

      Escuchamos la parábola de la oveja perdida este domingo en el evangelio de San Lucas.  Entonces, tengo esta imagen de la oveja perdida.  Esta oveja tiene un nombre: UNO.  Es posible que ustedes hayan visto a esta oveja UNO antes. UNO es la mascota de nuestro servicio de correo electrónico en nuestra parroquia y en nuestra diócesis que se llama FLOCKNOTE. UNO era miembro de un gran rebaño de ovejas. El pastor que cuidaba a las ovejas amaba mucho a UNO y lo cuidaba, como amaba a todas sus ovejas de su rebaño. UNO siempre tuvo suficiente comida y agua, tuvo un lugar cómodo para dormir.  UNO se sintió cuidado y amado en este medioambiente. Había una cerca alrededor del pasto para mantener seguridad a todas las ovejas. Pero un día, UNO se concentraba tanto en comer este pasto delicioso, no estaba consciente de su medioambiente. UNO solo miraba lo que estaba delante de él.  Y UNO salió del hoyo en la cerca. Comiendo el pasto frente de él.   No fue hasta que UNO estuvo lejos de su entorno familiar que se dio cuenta de que estaba perdido. UNO estaba muy asustado. Afortunadamente, el pastor se dio cuenta de que UNO no estaba con el rebaño y el pastor se fue a una misión para encontrarlo. Le dio un fuerte abrazo a UNO cuando lo encontró. UNO estaba muy alegre de estar de vuelta con el pastor y con el rebaño, tan feliz que lloró lágrimas de gozo.

     Todos podemos perdernos de maneras diferentes. Podemos perdernos en la diversión que tenemos en la vida, en nuestros estudios o nuestro trabajo, en los tesoros del mundo y en los valores del mundo.  Pero, también, podemos perdernos en el camino de fe. Muchos personas estaban perdidas durante la pandemia; muchos católicos también. Estaba una nueva realidad para nosotros. Hemos visto a muchas personas volver a la misa después de lo que pasaron durante la pandemia, muchas personas que antes de la pandemia, estaban afuera de la Iglesia. Pero también hemos visto a muchas personas perderse durante la pandemia y dejar de asistir a la Iglesia y todavía no regresaron. Tenemos que encontrarlos y traerlos de vuelta al rebaño, y darles la bienvenida a nuestra comunidad.

     La parábola de la oveja perdida se cuenta en el Evangelio en respuesta a los escribas y fariseos quejándose de cómo Jesús come con los pecadores y pasa mucho tiempo con ellos. Los escribas y fariseos pensaron que el Mesías pasaría su tiempo con personas religiosas justas como ellos, no con los pecadores y los perdidos. Sin embargo, los escribas y fariseos no se dieron cuenta de que ellos mismos estaban perdidos también, que estaban lejos de la seguridad del rebaño de Cristo como los pecadores y los recaudadores de impuestos. La actitud rígida de los escribas y fariseos les impedía el gozo de la fe y el amor y la misericordia de Dios. En su práctica de la fe, trataron de excluir a los pecadores y los marginados a la fe. Más adelante en el Evangelio de San Lucas, al final de la historia de Zaqueo, un recaudador de impuestos que era uno de los perdidos en los días de Jesucristo, dice: Jesucristo, “el hijo del hombre, ha venido para buscar y salvar a los perdidos.” En verdad, Jesús vino a llevar a los perdidos a una comunión segura y amistosa con Dios.

     A veces, cuando yo estoy en caminata en peregrinación, yo puedo estar completamente perdido en el sendero. A veces, estamos perdidos en el camino de la vida.  En estos momentos, cuando estamos perdidos, podemos recordar que nunca sabemos cómo la gracia de Dios va a interactuar con la realidad de la vida. Necesitamos estar abiertos a esos momentos donde Dios puede tocar esta realidad.  En los momentos cuado estamos perdidos, podemos abrir nuestros ojos de la realidad de Dios en maneras diferentes. En estos momentos, estamos capaces de ver las cosas desde una nueva perspectiva. A veces podemos acostumbrarnos a nuestras rutinas y los territorios familiares que vemos cada día. Perderse puede ayudarnos a ver a Dios y a la vida de fe desde una perspectiva diferente. Cuando estamos perdidos, nos ayuda a estar abiertos a estos momentos mágicos en los que Dios nos habla de formas nuevas y sorprendentes. Si tratamos de mantener nuestras vidas demasiadas rígidas, entonces esas nuevas formas espontáneas de experimentar a Dios no van a suceder.  Podemos utilizar el tiempo cuando estamos perdido para ver a Dios de una manera diferente.  Podemos encontrarnos cuando estamos perdidos.  


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