Sunday, October 18, 2020

25 de octubre de 2020 – Homilía – El XXX Domingo del Tiempo Ordinario – Éxodo 22: 20-26; Mateo 22: 34-40

      Las lecturas de nuestra misa dominical nos enseñan sobre el amor de Dios y sobre su ley.  El amor de Dios y su ley – son dos cosas importantes en el camino de fe.  Es interesante.  En el mundo antiguo, siempre un ídolo era al centro del Templo.  Pero, con los mandamientos y la ley que el pueblo de Israel recibió, era la primera vez que la ley era al centro del Templo. La ley era en la arca de la alianza.  En la montaña de Sión, Moisés recibió la ley y los mandamientos de Dios.  Dios enseñaba a su pueblo sobre su conducta a su prójimo.  La viuda, el huérfano, los pobres, el extranjero: ellos eran las persona en los márgenes de la sociedad de Israel.   Y para nosotros, en el mundo moderno, a veces es difícil para conocer quienes son las personas en los márgenes de nuestra sociedad.

      Los leyes de Dios y la conducta de los seguidores de Cristo son al centro de nuestro Evangelio.  Los fariseos quieren hacer una prueba con Jesús.  Ellos mandan uno de ellos, un doctor de la ley, para preguntar a Jesús por el mandamiento más grande de la ley de Moisés.  Los escribas tienen un punto de vista muy rígido de su religión y su espiritualidad.    Ellos contaban que hay 613 mandamientos de la ley - 365 prohibiciones y 248 preceptos.   El fariseo en el Evangelio quería conocer si todos los mandamientos tenían el mismo valor, o si habían algunos mandamientos que eran más importantes y otros menos importantes, o si había uno que era el más importante de todos las leyes.

       Según Jesucristo, el más importante de los mandamientos es amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma con todo el ser.  Y Jesús nos enseña que el segundo mandamiento es semejante: para amar al prójimo como a uno mismo.  En realidad, esta enseñanza de Jesucristo no es algo nuevo;  el nos confirma lo que está expresado en el Antiguo Testamento.  La actualidad de esta enseñanza es profunda y inmensa: que en la realidad de nuestra fe cristiana, no podemos separarnos del amor a Dios, y del amor al nuestro prójimo.  Es una reflexión de la compasión y del amor de nuestro Señor.  En un curso que yo tomé en la Universidad Católica de la ciudad de Washington, yo leí un libro con el titulo: Reconstruido. Este libro es la historia de una parroquia en la ciudad de Baltimore aquí en los Estados Unidos y su camino de fe como comunidad cristiana.  La parroquia en este libro tiene una frase de misión – Ama a Dios.  Ama a su prójimo.  Haz discípulos. Es una frase muy sencilla, y es el centro de nuestro Evangelio hoy.

      Si Dios es amor, si necesitamos tener el amor de Dios y el amor de nuestro prójimo en nuestra vida, necesitamos practicar las obras de caridad y misericordia en nuestra vida también.  Y si hacemos estas obras, podemos abrir las puertas de nuestra vida a Cristo.  Cuando servimos a nuestro prójimo, a los pobres, a los enfermos, a los abandonados, servimos a Jesús mismo.  Y para hacerlo como una comunidad cristiana, como una parroquia, es algo muy importante.  En verdad, la comunidad hispana que tenemos en St Jude, es una bendición para nuestra parroquia y nuestra diócesis.  Tenemos mucho éxito en la manera que vivimos nuestra fe, pero tenemos mucho trabajo para hacer.  Necesitamos la colaboración y la ayuda de todos ustedes para vivir nuestro papel como una comunidad de discípulos de Cristo.   

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