Tuesday, March 26, 2019

31 de marzo de 2019 – el cuarto domingo de cuaresma - ciclo c – Lucas 15, 1-3, 11-32


       Nosotros católicos tenemos mucho animo para conmemorar la temporada de cuaresma cada año. Cuaresma es un tiempo especial de caminar con Cristo en el desierto durante 40 días, de mirar a nuestros corazones y nuestras vidas. La cuaresma nos da un tiempo de conversión, arrepentimiento y renovación. Nuestra fe católica es rica en tradiciones en la temporada de cuaresma, con el sacramento de reconciliación, con el via cruces, y con la observancia cuaresmal de la oración, el ayuno y las obras de caridad.  
       Hoy, el Evangelio del hijo pródigo se nos presenta el tema del perdón, un tema muy importante en la temporada de cuaresma.  La mayoría de nosotros encuentra el perdón como algo muy difícil para vivir en nuestra camino de fe.  En la misa diaria del martes pasado, escuchamos del evangelio de San Mateo. En este evangelio, Pedro pidió a Jesucristo sobre la frecuencia que debemos perdonar a su hermano que le ofende.  Pedro pregunta – ¿debo perdonar a mi hermano 7 veces? Cristo dice mas de 7 veces - sino más bien setenta veces siete.  Pedro quiere parecer indulgente y misericordioso, le pregunta si él debe perdonar 7 veces, porque los rabinos en la Israel enseñaron que necesita perdonar a sus enemigos no más de 3 veces, citando la sagrada escritura del primer capitulo de Amós con lo que Dios perdonó a los enemigos de Israel 3 veces.  Por lo tanto, que perdona más del doble de los tiempos citado en la sagrada escritura Hebrea, Pedro probablemente pensaba que Cristo iba alabarlo por su misericordia. 
       Por supuesto, Pedro y los otros discípulos deberían tener sorpresa por la respuesta de Jesucristo porque Dios no nos llama a poner límites a nuestra merced y perdón.  Se nos llama a perdonar con tanta gracia y generosidad mil veces como lo hacemos la primera vez que perdonamos.  Somos capaces de practicar este tipo de perdón por la presencia del Espíritu del Señor que llena nuestro corazón.  Es solamente a través de Dios que podemos verdaderamente perdonar.  Es más fácil para desear la venganza o la retribución o recuperación en lugar de perdonar.  Normalmente, es mucho trabajo para perdonar. 
       Tal vez la humildad es la clave para vivir el perdón en nuestra vida.  En su humildad, el hijo pródigo es capaz de decir en el Evangelio de hoy: “Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores.’”  Si quedamos en nuestro orgullo y arrogancia y vanidad, el perdón quedará un ideal inalcanzable.  Necesitamos reconocer nuestras debilidades y nuestras heridas.  Necesitamos reconocer nuestra dependencia de Dios.  El fundamento del perdón es el amor que Dios nos da.  El fundamento del perdón es el amor ágape que debemos vivir en nuestro camino de fe.
     Una de las obras espirituales de misericordia es perdonar las injurias.  Pero, ¿cómo podemos realmente perdonar a aquellas injurias que cortan nuestros corazones, que atacan a nuestras vidas y las vidas de nuestros queridos?  A veces no nos damos cuenta de las formas en que nuestros hermanos tenía que perdonar en la realidad de sus vidas. Perdonar no es algo fácil en nuestras vidas, pero es importante para hacerlo como discípulos de Cristo. 

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