En la conmemoración del segundo domingo de Cuaresma, nuestro Evangelio nos presenta la transfiguración de Jesucristo. Una transfiguración es literalmente un cambio en la forma o apariencia: esa es la definición literal de esa palabra. Podríamos preguntarnos por qué ocurrió la transfiguración de Cristo y a qué propósito sirvió. La transfiguración sirvió para fortalecer la fe de algunos de los discípulos de Jesucristo poco antes de su pasión y su crucifixión.
Esperamos con interés las experiencias en la cima de la montaña que tenemos en la vida. Son emocionantes, maravillosos, y transformadores. A menudo, no queremos que terminen nunca estas experiencias sobre la montaña. Tal vez comparado con esas experiencias en la cima de la montaña, algo que forma parte de nuestra vida cotidiana parece como algo común y mundano - no tienen el mismo nivel de emoción.
Sin embargo, Jesús y esos apóstoles no estaban destinados a permanecer en la montaña para siempre. Tuvieron que bajar para enfrentar la realidad de sus vidas. Yo también amo las experiencias en la cima de la montaña, como cuando voy de peregrinación. La alegría que me siento en mi corazón cuando voy allí es como nada en mi vida. Sin embargo, es especial porque no es una ocurrencia cotidiana. Es algo por lo que tengo que trabajar y sacrificarme. A veces es difícil atravesar nuestros días. A veces nuestros días parecen aburridos o parecen pesadez. Esas experiencias en la cima de la montaña pueden darnos energía. Pueden renovarnos y ayudarnos a continuar nuestro camino. Pueden darnos inspiración.
El sacramento de reconciliación es una experiencia importante en nuestro camino cuaresmal. Esta tarde, después de la misa, y en dos semanas también, tenemos la adoración de la santísima eucaristía y el sacramento de reconciliación. Es un momento para pasar tiempo con Dios, para encontrar a Dios por su sanación. Tenemos esta invitación por la parte de la Iglesia hoy.
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