Hoy es el quinto domingo de Cuaresma.
Estamos en los cuarenta días en el desierto de anticipación y
preparación para el final del viaje de Jesús. En verdad, es el viaje de Cristo con su cruz, pero es el viaje de nosotros
también – Es el viaje a la muerte y la resurrección de Jesucristo en la Pascua, pero
es nuestro muerte con Cristo y nuestra resurrección también.
En nuestra lectura del Evangelio de Juan, Jesús está en la mitad de su
ministerio y su proclamación del reino de Dios. El llegaba al pueblo de Betania, donde vivían sus amigos, Marta,
María y su hermano Lázaro. Hay una crisis muy grave en Betania. Lázaro ha muerto. Sus hermanas
lloran en la realidad de su muerte. Jesús llora con ellas también. A veces, hay una crisis en nuestras familias: hijos enfermos, familiares
alejados de la Iglesia, problemas con nuestro esposo o esposa, desempleo,
violencia, depresión, conflictos en nuestras relaciones. Jesús llora con nosotros en la mitad de nuestra realidad de
crisis. El nos visita en estos momentos
en una manera especial. Hay muchos momentos de crisis en el mundo también, como desastres naturales,
terrorismo, guerras, hambre, y pobreza. Jesús llora por las justicias que existen en nuestro
mundo. Había una crisis en la vida de Jesucristo también. Su muerte en la
cruz conmueve las fundaciones de la tierra, el punto de visita de la comunidad
humana. Jesús nos abre los ojos al misterio de la vida nueva que tenemos en
El, al poder de Dios. Jesús asumía nuestra condición humana en su totalidad cuando vivía
aquí en la tierra. Jesús llora con nosotros porque nos ama. Nos ama como a su amigo Lázaro.
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