El Evangelio de hoy habla sobre la humildad que
necesitamos tener en nuestro viaje de fe como discípulos de Jesucristo. La palabra "humano" viene de la misma
raíz que la palabra "humilde". Las dos palabras proceden del latín
"hûmus" que significa "suelo” o “tierra". Cuando Dios nos creó, no nos hizo desde el cielo
– el nos hizo de la tierra. De la tierra viene nuestra humanidad &
nuestra humildad. Para nosotros como cristianos, la humildad es una
característica que siempre tiene que estar presente cada día en nuestra vida de
fe.
¿Como podemos ser humilde en el sentido de
nuestro Evangelio de hoy? Ser humilde
no es tener un carácter débil o cobarde o flojo. Ser humilde es reconocernos ante Dios y ante
nuestros hermanos como somos, sin apariencias, sin imagen falsa. Sabemos que el orgullo y la ambición pueden
llevarnos a un nivel falso, pero, para ser humildes verdaderos, podemos ser más
amados por los demás. En nuestro mundo moderno, muchas personas quieren
ser humildes, pero no pueden porque están muy centrados en ellos mismos, porque
quieren dar una imagen a los demás que no es verdadera.
Nuestra pobreza tiene una base en nuestra
humildad. No estamos refiriendo a la pobreza sociológica o
económica, pero una pobreza de nuestro espíritu a la que todos estamos
llamados. Los pobres del espíritu no son los frágiles.
Ellos dependen de Jesús, ellos respetan a Dios y a su prójimo. Los pobres del espíritu - los humildes - ellos
no buscan el reconocimiento por parte de los demás. Ellos tienen tiempo para dedicarles a crecer
por dentro.
Necesitamos tener la humildad como la virtud
principal de nuestra vida para viajar en el camino de fe. El ayuno, la oración, la limosna, las obras de
caridad, y cualquier otro bien que podamos realizar. Sin humildad no sirven
para nada. Sin una conexión en nuestra
fe, pierden su riqueza. Podemos
reflexionar – ¿como podemos vivir la virtud de humildad en nuestra vida de fe?
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