Friday, March 9, 2018

18 de marzo de 2018 – quinto domingo de Cuaresma – Jeremías 32, 31-34; Salmo 51


     Caminamos con Jesús en el desierto durante los cuarenta días de Cuaresma.  La Iglesia nos llama a practicar las disciplinas de oración, ayuno, y obras de caridad para tener una experiencia profunda en este camino con Jesucristo.  Tal vez, en estas semanas de Cuaresma, podemos tener una experiencia muy eficaz y muy edificante.   Pero, tal vez, estamos en un lugar en nuestra vida donde estamos perdidos, donde buscamos la presencia de Cristo en nuestra vida, y no podemos encontrarlo en ningún lugar.  Tal vez, las semanas de cuaresma en un camino de frustración y confusión.
       Dios está con nosotros en la realidad de nuestra vida – es seguro.  En esta realidad, escuchamos el mensaje del profeta Jeremías hoy en el tercer domingo de cuaresma. Jeremías nos habla de la nueva alianza que tenemos con Dios, de la nueva alianza que Dios establecería con su pueblo.  El Señor pondría su ley en la totalidad de nuestras vidas – Él va a escribirla en la profundidad de nuestros corazones.  Por Jeremías, Dios nos dice: “Todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”.  Dios va a perdonarnos de nuestros pecados. Dios no habla sobre el castigo, sino por el perdón. 
       Jeremías profetizaba en Israel durante una época muy dura en su historia. El pueblo de Israel no escuchaba la voz de Dios.  Era desobediente y rebelde.  El pueblo ha abandonado la ley y los mandamientos de Dios.   El pueblo ha escuchado los profetas falsas.  En los 52 capítulos de Jeremías, el profeta hablaba mucho sobre la ira de Dios contra su pueblo.  Pero, también, en las palabras del profeta, Dios habla sobre su amor infinito, un amor que puede perdonar y olvidar todo nuestro mal, todos nuestros pecados. 

       Pero, necesitamos una respuesta a este mensaje de Dios.  El salmista contesta – “Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.”  El salmista es humilde y arrepentido.  El reconoce la autoridad de Dios en su vida.  El reconoce sus culpas y quiere su perdón.  El quiere cambiar su vida – cambiar su manera de vivir.  Podemos orar las palabras de este salmo cuando queremos arrepentir de nuestros pecados, de nuestros delitos.  Podemos orar estas palabras para pedir una conversión al Señor, para implorar su misericordia y su compasión.
        En la realidad de nuestra vida, en la realidad de nuestros pecados y nuestros sufrimientos, no podemos olvidar la realidad de Cristo en estas semanas de cuaresma.  No podemos olvidar nuestro Señor, que se hizo hombre, que vivió y sufrió y murió y resucitó para salvarnos y redimirnos.  En la luz que Cristo llevó a nuestra vida, tenemos una participación en su resurrección y en su vida eterna.

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