Hoy, en el Evangelio, escuchamos sobre San Tomás el Apóstol y sus experiencias con Cristo resucitado. Tomás no estaba presente cuando Jesús se apareció a sus discípulos en la casa con las puertas cerradas. Entonces, Tomás hizo una declaración famosa: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.” De hecho, Tomás tocó a las manos de Jesús y su costado cuando apareció de nuevo a los discípulos. A través de este encuentro, Tomás estaba capaz de creer en Jesús y la resurrección. Sin embargo, este incidente que mostró el escepticismo de Tomás le gana el título “el incrédulo". Pero, este título no cuenta toda la historia de Tomás. Se convirtió en misionero: fue a India y murió como mártir de la fe en este país. Tomás tenía dudas en este momento en su vida, pero muchos de nosotros tenemos dudas en algunos momentos de nuestra vida también. Podemos recordar Tomás como creyente, no solo como incrédulo. Tomás dudó, pero con sus dudas, le llevó a tocar las heridas de Jesús. Tomás tocó esas heridas - le llevó a la creencia. En esta historia de Tomás, vemos la misericordia y la gracia de Dios. Tomás creció en su fe y se convirtió en un verdadero testigo de la fe en esas simples palabras: "¡Señor mío y Dios mío!”
Es un Evangelio perfecto para nosotros de escuchar hoy en el Domingo de Divina Misericordia. El Papa Juan Pablo II declaró el Segundo Domingo de Pascua el Domingo de la Divina Misericordia cuando celebró el Año Jubilar de 2000 en la misa en la que la Hermana Faustina Kowalska fue canonizado. Hermana Faustina, una monja en Polonia, tuvo una visión de la Divina Misericordia de Jesús en 1931, acompañado por estas palabras: "Yo deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas, y especialmente para los pobres pecadores. Ese día la profundidad de mi misericordia tierna está abiertas. Yo desahogo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de mi misericordia ". Con esta declaración de la Divina Misericordia, la devoción a la Divina Misericordia de Jesús y la coronilla de la Divina Misericordia son muy populares entre los católicos del mundo. Sin embargo, la celebración de hoy es más amplia de la Coronilla de la Divina Misericordia. El mensaje que podemos recibir hoy es que la misericordia es para toda la humanidad. La Iglesia proclama que Dios da la bienvenida a todo el mundo. Si nos acercamos al trono de la misericordia de Dios en nuestra creencia como lo hizo Tomás, podemos cambiar nuestra vida. Los dos rayos que brillan del corazón de Cristo a la imagen de su Divina Misericordia representan la sangre y el agua que salieron de su cuerpo en la cruz - su divinidad y su humanidad. Estos rayos demuestran que el amor y la misericordia de Dios llegan a nosotros a través de Cristo crucificado y resucitado.
Pero, al mismo tiempo, debemos darnos cuenta que tenemos una responsabilidad. Somos testigos del amor y la misericordia de Dios en el mundo, para hacerlo con toda la sinceridad de corazón. Es el deseo del Papa Francisco para nosotros, los fieles. Con mucho gozo, podemos recibir la llamada de tener la misericordia de Dios en nuestros corazones hoy en esta celebración de la divina misericordia de Cristo, con corazones llenos de esperanza y alegría.