En nuestro mundo, muchas personas piensan que la celebración de Navidad termina con la misa en el 25 de
diciembre, pero, en realidad, esta misa empieza este día y termina con el
baptismo de nuestro Señor en el 13 de enero. Hoy, celebramos la Sagrada familia, una celebración importante en el tiempo de
Navidad. En nuestra lectura en el Evangelio, San Lucas nos da un cuento de la
descubrimiento del joven Jesús en el Templo de Jerusalén. En este cuento, hay un énfasis en la familia divina de Jesús y en su familia
humana también. Jesús explica a María
que necesita quedar en la casa de su Padre, pero, en última instancia, él
obedece a sus padres con su vuelta a Nazaret con ellos. Al fin de la lectura, dice que Jesús creció en sabiduría y en estatura con su
familia, en el favor de Dios y de los hombres. Después de escuchar la explicación de Jesús, María conservaba en su corazón
todas aquellas cosas. Me imagino que María tenía confusión y frustración en este momento, pero lo
guardaba en su corazón y lo compartía con la comunidad cristiana en los cuentos
de los Evangelios.
En el descubrimiento de Jesús en el Templo, podemos reflexionar sobre los
obstáculos y los desafíos que tenemos en nuestras familias, en la manera que
vencerlos con perseverancia y con una respuesta de fe. En las celebraciones de Navidad y del Año Nuevo, celebramos con familiares y
amigos. Podemos darnos cuenta de las
relaciones rotas, de las argumentos y los problemas que tenemos en nuestras
familias. En los días de Navidad, queremos ayudar a los pobres y los hambrientos, y en
estas acciones, nos damos cuenta de la desigualdad que existe en nuestra
sociedad humana, de la guerras, los conflictos, y los sufrimientos en nuestro
mundo, de la pobreza material y espiritual que afligen a muchas personas. En los problemas y en los desafíos que tenemos en nuestra familias y en nuestra
sociedad, tenemos la luz de Cristo para guiarnos. Tenemos las gracias y las bendiciones de Dios
para animarnos y consolarnos.
En la primera lectura de Samuel, escuchamos sobre las oraciones de Ana. Ana recibió una respuesta de Dios – un hijo –
se llama Samuel. Ana no olvide las promesas de Dios – no olvide su voluntad en su vida. Entonces, Ana dio las ofrendas a Dios, y
envió Samuel al profeta Elí con su gracias y su gratitud a Dios. La fe de Ana es un ejemplo de fe para
nosotros y para su hijo Samuel. Samuel
será un gran profeta para el pueblo de Israel.
Un niño necesita participar en una comunidad de fe y en la liturgia y los
sacramentos de nuestra Iglesia. Necesita
participar en las clases de religión en la Iglesia. Pero, el Segundo Concilio Vaticano dice que
la familia es la Iglesia domestico para los niños. En sus palabras y en su ejemplo, los padres son los maestros de sus hijos en
nuestra fe. Ana y su esposo pasaron su fe a su hijo Samuel. Y Jesús creció en su fe con el
ejemplo de José y María en su vida. Los padres cristianos tienen la llamada de animar a sus hijos en la búsqueda de
la vocación propia de cada una, de su vocación sagrada. Cada padre y cada adulto en nuestra comunidad de fe puede preguntar – ¿Cómo
estamos predicando la palabra de Dios a nuestros hijos y a los jóvenes en
nuestra comunidad en nuestras palabras y en nuestras acciones. En el cuento de la Sagrada Familia de hoy, podemos reflexionar sobre nuestra
llamada de ser sagrado en nuestra familia propia y de nuestra llamada de
cultivar la santidad de nuestras familias,