Friday, August 31, 2012

9/2/2012 – Vigésimo segundo Domingo del tiempo ordinario – Marcos 7,1-8, 14-15, 21-23


       En el Evangelio de hoy, escuchamos los fariseos y los escribas discutiendo con Jesús sobre la falta de lavar sus manos antes de comer como un ritual de purificación.  Estaba reflexionando sobre la manera que lavaba mis manos muchas veces en la selva cuando trabajaba allí como misionero.  En nuestra cultura, es importante para tener manos limpios para eliminar algunos enfermedades también.  Podemos darnos cuenta que esta discusión que Jesús tenía con los escribas y los fariseos tenía un meta mas profundo que las manos limpias.  Jesús quería enseñar a su pueblo sobre las leyes y los mandamientos de Dios.
     Los fariseos y los escribas tenían una obsesión con las reglas de las leyes, pero no podían comprender el espíritu de estas leyes.  En nuestra lectura de Deuteronomio, Moisés enseñó sobre las leyes de Dios, sobre la vida y la libertad que podemos descubrir en ellas.  Tenemos la llamada para vivir estas leyes en justicia y sabiduría, para mostrar a nuestros vecinos la verdad de Dios en nuestra vida.
     Y si reflexionamos sobre las enseñanzas de Moisés, podemos tener mas claridad sobre la interacción entre Jesús y los lideres judíos.  Los fariseos y los escribas pensaban que Jesús faltaba el respecto a sus tradiciones, pero Jesús se daba cuenta que estas tradiciones vinieron de los seres humanos, no vinieron de Dios. En sus palabras radicales, Jesús tenía otro punto de vista sobre la purificación en nuestra vida, que es mas de una ritual. Podemos participar en los rituales, pero podemos no hacer caso a nuestras relaciones con Dios y con nuestros hermanos.  Como Moisés explicó, la ley de Dios tiene su fundación en el pacto entre Dios y su pueblo, en las relaciones con nuestro prójimo. No podemos tener motivos y acciones en nuestros corazones que van a separarnos con nuestro prójimo, como el robo, la codicia, la injusticia, la envidia, el orgullo, o el desenfreno.  Podemos tener las intenciones buenas, pero es fácil para manipular la ley de a la sumisión de nuestro egoísmo.  En las palabras de Isaías, Jesús explicó que podemos proclamar a Dios con nuestros labios, pero si tenemos otras cosas en nuestros corazones, no somos seguidores de Cristo.
     Necesitamos mirar nuestros pensamientos y nuestras obras.  Necesitamos cambiar nuestros corazones.  Necesitamos abrazar la ley de Dios y su amor para tener un cambio adentro, para afectar nuestras acciones y nuestras palabras que salen. Podemos limpiar nuestras manos y nuestros platos – pero esta acción no va a limpiar nuestros corazones.  Es mas fácil para mirar las acciones afuera, como los fariseos y los escribas en sus rituales.  Pero tenemos trabajo mas importante en nuestra llamada de Dios – para limpiar nuestros corazones y nuestras almas.  

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