Friday, August 10, 2012

8/12/2012 - Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario – 1 Reyes 19,4-8; Juan 6, 41-51


     La muchedumbre murmura, muy descontenta.  La gente piensa: ¿cómo puede este hijo del carpintero nos echa un sermón y nos enseña?  El piensa que Dios lo mandó de los cielos?  ¿Cómo puede pensar eso? En esta situación en el Evangelio de hoy, tenemos las oportunidad de reflexionar sobre el significado de Cristo como nuestro pan de vida en la realidad de nuestras vidas, sobre la manera que El puede transformar nuestras vidas. 
      Escuchamos a la muchedumbre en sus quejas cuando Jesús la explica que El es el pan de vida.  Escuchamos también sobre el profeta Elías, cuando Dios le alimentó en unas circunstancias exasperantes en su vida.  En su viaje como profeta, Elías tiene una confrontación con el rey Ahab y la Reina Jezabel sobre la manera que ellos adoraba al dios Baal.   Elías derrota a los profetas falsas de Israel y ahora él tiene la amenaza de muerte por la parte de Jezabel.   Elías está desconsolado – se siente abandonado. En su desesperación, él grita a Dios, él quiere morir.  Cansado en su viaje, el descansa debajo de un árbol de retama.  A veces, estamos cansados y desesperados y angustiados como Elías en nuestro viaje.  A veces, queremos venir mas cerca de Dios, queremos la fortaleza de su pan de cada día, pero no podemos hacerlo en la realidad de nuestras vidas.
     Como Elías, tenemos momentos en nuestras vidas de cuando queremos rendirnos.   En estos momentos, es fácil para quejarnos y lamentarnos en lugar de buscar el coraje y la fe para continuar.   Es lo mismos con los lideres de la comunidad en nuestro Evangelio – en lugar de tratar de entender el mensaje y la vida de Jesús, de sus palabras sobre el pan vivo del cielo, ellos quieren quejarse.   Ellos están confundidos, porque conocen a Jesús y sus padres.   ¿El pan vivo del cielo?  ¿Qué significa eso?   Estos lideres piensan: Jesús – él es humano como nosotros – èl es carne y sangre. 
      Podemos reflexionarnos sobre los detalles de nuestro viaje – tenemos momentos de angustia y desesperación; tenemos momentos de quejarnos; tenemos experiencias y pensamientos que son barreras a Dios, que son barreras del pan vivo de los cielos que Dios nos da.  El pan del cielo que es Jesús dura para siempre.  Este pan no alimenta aquí en la tierra, pero este pan supera nuestra existencia terrestre también.   Como eso, Cristo nos explica que el sustento de su vida debe ser una parte de nuestras vidas.  En este pan de cada día que recibimos, en la Eucaristía que recibimos en la Iglesia en nuestra comunidad de fe, recibimos Cristo en nuestra vidas. Nuestra vida está junto con la vida de Cristo en la Eucaristía que tenemos.
        El mensaje que tenemos en el Evangelio de hoy es básico en que creemos como católicos – que Jesucristo es la vida del mundo que el Padre nos da, que la salvación que Cristo nos da como el pan de vida es una ampliación del acto de creación del Padre.  El ministerio, la muerte, y la resurrección de Cristo proclaman una época nueva y una creación nueva como seguidores de Cristo.  Recibimos el pan de vida para fortalecernos en nuestro viaje terrestre, como el pan que Elías recibió del Padre le dio el sustento, como el maná que los israelitas recibieron en el desierto les dieron una manera para continuar en su viaje.   Pero, también, en el pan de vida que recibimos en Cristo, tenemos un señal del cumplimiento del reino de Dios que vendrá, cuando la tierra nueva y el cielo nuevo vendrán.  Vivimos con esta promesa del reino que vendrá.  Pero, ahora tenemos vida en el pan de cada día.  Esta pan nos da la capacidad de proclamar el reino de Dios que existe ahora en nuestro mundo. 

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