Hay una viuda en nuestra primera lectura. Ella guardaba un puñado de harina para cenar con su hijo antes de morir de hambre, pero ella utilizaba esta harina para cocinar pan para dar comida al profeta Elías. En el Evangelio, en la mitad de los escribas con sus asientos de honor y sus ropajes espléndidos, hay otra viuda. Ella puso sus monedas de poco valor en la alcancía del templo. Estas viudas hicieron muchos sacrificios en sus vidas. Cristo mismo hizo el sacrificio mas grande para salvarnos de nuestros pecados. Hay la realidad de estas viudas y hay la realidad de nuestra vida también. ¿Como escuchamos las lecturas de hoy en la realidad de nuestra vida?
Tal vez, nuestro mundo mira a las monedas de la viuda del Evangelio como insignificante. ¿Por qué hace ella esta contribución muy pequeña? Si no importa al templo, tal vez es mejor si la viuda guarda sus monedas para ella misma, para pagar sus gastos y sus necesidades. Si los ricos pueden hacer todas las contribuciones al templo, la viuda puede guardar su dinero para su futuro. Pero, la viuda conoce en su corazón que si ella no guarda sus monedas y las da al templo, ella da alabanzas a Dios – es el resultado de esta acción humilde.
Cuando damos algo, hay motivos en nuestras acciones. Podemos dar algo con resentimiento. Podemos hacerlo de gana mala. Podemos hacerlo con vergüenza, para dar buena impresión a los demás. Podemos hacer algo para nuestro propio beneficio. O al contrario, podemos dar con otro motivo – de agradecimiento, de las bendiciones que recibimos de Dios, de la generosidad de Dios, nuestro Padre. Cuando la viuda dio estas monedas, dio de su agradecimiento a Dios. Entonces: ¿Qué motivos tenemos cuando damos?
Siempre podemos encontrar las excusas. Muchas veces, las excusas son legitimas. Pero, podemos mirar a la viuda en la lectura del primer libro de los Reyes. El Rey Ajab era el peor rey de Israel – él dio alabanzas a los dioses paganos y provocó la ira de Dios muchas veces. Elías habló con el Rey Ajab con palabras fuertes, explicando que como castigo por su abandono de Dios, Israel debería sufrir una sequía. Solo la palabra del profeta Elías podía terminar la sequía. Entonces, la viuda y su hijo sufrían por consecuencia de esta sequía por la parte de Elías. Elías la preguntó por un pedazo de pan – su ultima comida. Tal vez su esposo murió en esta sequía. Entonces, podemos decir que no estaría culpable si no daría la comida a Elías. Y ella está desesperada – al inicio, ella negaba la petición de Elías. Pero, la viuda escuchaba a la voluntad de Dios en su vida, y ella daba la comida a Elías. En verdad, ella no tenía mucho. Que hizo ella es mas que amabilidad y generosidad - que ella hizo era un acto de fe. Después de su resistencia a la petición de Elías, aceptaba la voluntad de Dios en su vida.
Tal vez, podemos identificar con las dos viudas en estas lecturas. Yo se, que en sus vidas de fe, tienen muchos actos de fe y de generosidad y muchos sacrificios. Y tal vez, con estas lecturas, podemos mirar nuestros corazones. Podemos mirar nuestra manera de vivir. A veces, damos el honor a Dios. Pero, otras veces, somos como los escribas – luchamos con la voluntad de Dios y no damos el honor a Dios. Hay mucho trabajo para hacer en nuestra parroquia y en nuestra Iglesia, y nosotros mismos somos los trabajadores. Cuando escuchamos sobre las viudas en las lecturas de hoy, ellas dan alabanzas a Dios en muchos sentidos – de sus riquezas, pero de sus talentos y su tiempo también. Tenemos mucho para reflexionar en estas lecturas sobre la vida y sobre nuestro camino de fe. Demos gracias Dios por esta oportunidad.
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