Muchos países de América Latina han pasado por revoluciones o guerras civiles o dictaduras militares, con muchos asesinatos y violencia. Nicaragua, un país de Centroamérica, es uno de esos lugares. Tomas Borge fue un líder en la lucha contra la dictadura en control de su país. Fue capturado y puesto en la cárcel. Durante muchos meses, con tortura y violencia, fue una experiencia terrible. Parecía que nunca terminaría. Después de que la dictadura se cayo, Borge fue liberado y fue Ministro del Interior del nuevo gobierno. Un día, el guardia que le infligió este castigo tan terrible a Borge fue él mismo a la cárcel como prisionero. Borge visitó a este hombre en la cárcel. Se acercó al hombre y dijo: “Voy a vengarme de ti.” Luego extendió la mano y dijo: "Esta es mi venganza, te perdono".
Durante las últimas dos semanas, escuchamos las lecturas del Sermón del Monte de Cristo del Evangelio de Mateo. Con las imágenes de la sal del mundo y la luz en las tinieblas y una perspectiva diferente de las leyes y mandamientos de Dios, las enseñanzas de Cristo en el Sermón del Monte nos empujan a crecer en nuestra fe. Cristo siempre conversaba con los fariseos en su ministerio. Jesús estaba muy fuerte con ellos. Los fariseos ciertamente deseaban vivir en la luz de la justicia de Dios, para ser justos ante Dios. Definitivamente, los fariseos tenían buenas intenciones. ¿Y eso es el deseo de todos nosotros como discípulos de Cristo, si? — para vivir en la luz de Dios y en su justicia. Pero los fariseos intentaron a tener un enfoque específico: vivir la justicia de Dios con estricta observancia de las leyes de Dios. Los fariseos pensaban que por su propio esfuerzo, podían tener éxito en su camino de fe. Jesús entendía la mentalidad de los fariseos. Entonces, Cristo anunció un tipo de justicia que va a superar la justicia de los fariseos.
Podemos pensar que “ojo por ojo” es justicia. Podemos pensar que obtener venganza es justicia. Pero, Jesús nos desafía a tener otra perspectiva: “Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.” La mayoría de nosotros pensamos en la justicia desde nuestro propio punto de vista; pero, necesitamos centrar la justicia en Dios y en su ley en un punto de vista muy diferente. Sí, debemos tratar de ser perfectos, como Dios, cumplir el propósito de Dios, cooperar con la gracia de Dios en nuestras vidas. Estamos perfectos como Dios cuando tratamos de amar como Dios ama, de perdonar como Dios perdona, de mostrar la buena voluntad incondicional y la benevolencia universal como lo hace Dios.
¿Tenemos una sugerencia que podemos emplear en nuestro camino de fe para vivir en el espíritu del Evangelio de hoy? Si, debemos vivir en la santidad de Dios. La santidad es una condición de ser, no es una condición de hacer. La santidad es mas de vivir en los mandamientos de Dios. Debemos vivir conscientemente en un estado de oración, un estado de unión con Dios. La santidad no significa la piedad, sino vivir el amor de Dios, no vivir por nosotros mismos. Estamos llamados a vivir como un tipo diferente de ser humano, cuyo centro está fuera de nosotros mismos y dentro de nuestra unificación con Dios. Sí, sólo somos verdaderamente libres para vivir como discípulos de Cristo cuando estamos libres de nosotros mismos. La santidad no es moralidad solamente, sino es más bien la transformación de nosotros mismos y el centro de nuestras vidas. Cuando somos capaces de hacer esto, podemos entender verdaderamente el Evangelio de hoy.
Cuando Tomás de Aquino celebraba la misa durante la fiesta de San Nicolás en el año 1273, tuvo una revelación, una experiencia con Dios que cambió completamente su vida. Aquino aún no tenía 50 años y era considerado uno de los teólogos mas importante en el mundo. Escribió más de 100 obras: comentarios sobre las Sagradas Escrituras y sobre los Padres de la Iglesia, libros de filosofía, comentarios sobre Aristóteles, y la Summa Theologiae. Sin embargo, después de la misa, reveló a su secretaria que sus escritos llegarán a su fin. En comparación con la experiencia mística que tuvo con Dios durante la celebración de la misa, consideraba todos sus escritos nada más que la paja. De hecho, Aquino nunca escribió de nuevo después de ese día. El aspecto intelectual de nuestra fe, las leyes y los mandamientos de Dios - todos son importantes, pero no lo son todo. Si no tenemos una relación auténtica con Dios, si nuestro espíritu y alma no lo experimentan y lo aman, que el resto es para nada. Como Aquino tenía en su experiencia, las palabras a veces fallan miserablemente para describir esa experiencia mística, transcendente, y amorosa que tenemos en nuestro Señor.
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