Thursday, January 14, 2016

1/17/2016 – 2nd Sunday in Ordinary Time – cycle C – John 2:1-11

     “They have no wine.”  Those are the first words that we hear come out of Mary’s mouth in John’s Gospel today.  So often, we see Mary noticing something that the others don’t. Mary’s always displays a great openness to God’s will in her life and in the lives of others. So, it is Mary’s willingness to be open to God and to be attuned to God’s will, that allows her to notice that they are out of wine at this joyful wedding feast.  Of all the people at the wedding, Mary was the only one who knew about Jesus and what he was capable of.  At this point, Jesus had not performed any miracle or healing, he hadn’t proclaimed God’s kingdom yet to the people of Israel. So, logically, when Mary discovers that they are out of wine, she turns to her son, Jesus.
      But Jesus’ response might surprise us: How does your concern affect me?  This is not my hour yet.  We sense that he is telling Mary to mind her own business.  Yet, Mary doesn’t give up, does she?  Mary, strong and tenacious, trusts that Jesus would solve the problem.  Mary trusts in God.  She knows that the hour has come for Jesus.  She knows that her son might need a little shove from his mother in order to get started.
       That takes us to Mary’s second line in today’s Gospel, as she turns to the wine steward and says: “Do whatever my son tells you.”  Could anyone give better advice than that?  Do whatever Jesus tells you to do.  As always, Mary points us to Jesus.  She never draws attention to herself.  She never wants accolades or honor or glory.  She quietly yet courageously points us to her son. We cannot go to Mary in our prayer petitions, we cannot pray the rosary, we cannot celebrate a Marian holy day in our Church without realizing that it will all be directed to Jesus, that he is at the center of whatever we bring to Mary. The more we grow in our love and devotion to Mary, the more we grow in our faith in Jesus.
         There is only one other appearance of Mary in John’s Gospel besides the Wedding of Cana.   John next shows Mary at the foot of her son’s cross as he is being crucified, as his other disciple had fled in fear for their own lives. From the cross, Jesus makes Mary the spiritual mother of his beloved disciple, John.  In that act, Jesus symbolically makes Mary the mother of all who believe in him.  Through Mary’s concern and prayers, we Catholics believe that she helps encourage the work of her Son, that work that first began at the Wedding of Cana.
          Ultimately, we can see this Gospel story of the Wedding of Cana as a story of transformation.   Just as Jesus transformed the water into wine, we're transformed on our journey of faith.  We're transformed into sacramental beings, into a life-giving presence in our world, just as the wine was transformed to give joy and life to the wedding guests.  But, we must be willing to change.  We must be willing to trust and risk a transformation, just as Mary trusted Jesus to take care of this situation at the wedding.
          The miracle at the Wedding at Cana is such a marvelous story for us to share together as a community of faith.  It calls us to joyfully re-commitment ourselves to live the Good News of Jesus Christ each day of our lives.  It calls us to be open to transformation and renewal.  Our lives are like the water that was transformed by Jesus.   Indeed, our lives are a gift from God that will be continuously transformed into the finest wine along our journey of faith. 

Wednesday, January 13, 2016

17 de enero de 2016 – segundo domingo del tiempo ordinario – Ciclo C – Juan 2, 1-12

      El domingo pasado, tuvimos la celebración del bautismo de nuestro Señor y el fin del tiempo de Navidad.  Ahora, estamos en el tiempo ordinario otra vez antes de empezar la temporada de cuaresma en febrero.  Hoy, en el segundo domingo del tiempo ordinario, estamos con Jesús, sus discípulos, y su madre en el pueblo de Caná. Podemos imaginar que los novios son parientes o amigos íntimos de Jesús y su familia.  Tal vez, esta boda en Caná es la primera vez que Jesús está con sus discípulos en un momento publico.   Podemos imaginar que Jesús está muy nervioso y ansioso porque todavía no empezó su ministerio publico y busca el momento perfecto para empezarlo.  Ustedes conocen, que es importante para tener una celebración muy gozosa en la boda, pero al final de la fiesta en el Evangelio, comenzó a faltar el vino.  María, la madre de Jesucristo, se dio cuenta de esta situación grave.  Ella estaba pensando en Jesús, su hijo, y en su necesidad de empezar con sus milagros y obras buenas para proclamar el reino de Dios y para anunciar su ministerio al mundo.  Podemos decir que María es una discípula, y sobre todo, la primera discípula desde el momento que ella aceptó de Dios en su vida sobre el nacimiento de Jesús. Con esta acción de Cristo la boda de Caná y con el milagro del agua convertida en vino, él empieza públicamente su predicación del reino de Dios y su proclamación como el Mesías.  Con estas acciones de María, podemos mirar que ella sabe que su hijo está listo para iniciar su ministerio.  La madre tiene sus hijos en su corazón, ¿si?
     Un santo muy amado en nuestra Iglesia Católica del siglo XII, San Francisco de Asis, dijo, “Predica el evangelio siempre; cuando fuera necesario, usa palabras.”  Jesús lo hizo en su milagro en Caná como San Francisco explicó en sus palabras y en sus acciones.  En lugar de explicar el reino de Dios con palabras, Jesús reveló la gloria del reino de Dios en el agua en las jarras convertida en vino para servir a la gente en esta boda, el vino del mejor calidad. 
       Este milagro en Caná puede tener un mensaje para nosotros en nuestro mundo moderno.  Cuando vamos al sacramento del matrimonio en nuestra Iglesia católica, los dos novios tienen un compromiso entre ellos mismos y con Dios.  Como católicos, miramos este compromiso como un sacramento de nuestra fe. Como el compromiso en el sacramento de matrimonio, nosotros tenemos la llamada de tener un compromiso gozoso con Jesucristo cada día de nuestra vida.  En nuestra sociedad, un compromiso es algo malo o algo inoportuno – muchas personas quieren algo desechable o provisional, para renegar las cosas permanentes cuando son inconvenientes.  Nuestra elección para tener un compromiso de fe permanente es algo radical en los ojos de nuestro mundo moderno. Tener un compromiso de fe es necesario y obligatorio en nuestro discipulado.   Solo con la gracia de Dios, podemos tener la lealtad y la fidelidad necesaria para vivir en este compromiso con Él.
       Como el aguo convertida en vino, somos convertidos en nuestro camino de fe.  Tenemos una conversión y una transformación para ser seres sacramentales, para dar vida a nuestro mundo.  Pero, necesitamos tener la voluntad para ser convertidos, para tener confianza en Dios, y para tener un riesgo en nuestra transformación.  Necesitamos recordar que la Virgen María tenía confianza en su hijo y en su capacidad de ayudar en la boda en Caná.   Como este agua convertida en vino, nuestra vida también es un don de Dios. Con este don, podemos vivir esta transformación continuamente para ser el vino mejor en nuestro camino de fe. 

Saturday, January 9, 2016

10 de enero de 2016 – el bautismo de nuestro Señor – Lucas 3, 15-16, 21-22

       Hoy, terminamos la temporada de navidad con la celebración del Bautismo del Señor. Todos sabemos que el sacramento del bautismo es el sacramento de la iniciación a la Iglesia y la puerta de la entrada a nuestra fe. Cuando yo estaba en el proceso de RICA antes de convertirme al catolicismo, me recuerdo que conversamos sobre el significado del bautismo de Jesús.  Juan el Bautista llamaba al pueblo de Israel para tener el bautismo y para arrepentirse de sus pecados y para prepararse para la venida del Mesías.  Sin embargo, Jesús mismo era el Salvador cuyo camino Juan el Bautista preparaba. Jesús, en efecto, no tenía pecados que necesitaban el arrepentimiento.  Sin embargo, Jesús vino a las aguas del río Jordán para ser bautizado.  El bautismo de Jesús muestra su solidaridad con la humanidad pecadora.  Jesús revelaba a sí mismo como parte de la unidad de la Santísima Trinidad, como la voz del Padre vino de los cielos para proclamar a Jesús como su hijo, como el Espíritu Santo descendía como una paloma para bendecir su bautismo y su ministerio. Como celebramos la Buena Nueva que Jesús se anunció al mundo en la visita de los Reyes Magos a Jesús y la Sagrada Familia y celebramos las gracias que recibimos de Dios a través de Jesús y por las aguas de nuestro bautismo, seguimos aprendiendo los milagros de navidad que celebramos el 25 de diciembre.
       Jesucristo, Dios hecho carne, nacido en nuestro mundo en el pesebre de Belén, es la puerta donde podemos entrar en la vida de fe.  Tenemos estas nuevas puertas en nuestra iglesia aquí en Tupelo este año.  Estas puertas hace una diferencia en el ambiente de nuestra misa.  El Papa Benedicto XVI escribió la carta apostólica “Porta Fidei” - la puerta de la fe.  El Papa explicó que la puerta de la fe está siempre abierta para nosotros, marcando el comienzo de la vida que tenemos con Dios y que nos ofrece la entrada en su Iglesia.  Cruzamos el umbral de la puerta de la fe en que la palabra de Dios es proclamada y cuando nuestros corazones nos permiten de tener transformación en la gracia de Dios.  Para entrar en la puerta de la fe, para recibir la nueva vida en Cristo a través de las aguas del bautismo, entramos en un camino que necesita durar toda la vida.
       El Año de Misericordia comenzó con una puerta abierta también.  Hay una Puerta Sagrada en la Basílica de San Pedro en Roma.  Esta puerta estaba cerrada por un muro de ladrillos desde el último Año de jubileo en el 2000.
Los trabajadores eliminado la pared de ladrillo por ladrillo.  Las puertas sólo se abren durante el año del jubileo para que los peregrinos pueden entrar para ganar la indulgencia plenaria en el jubileo.  Tenemos una puerta sagrada de Jubileo en nuestra catedral en Jackson que tiene un significado especial para los fieles de nuestra diócesis de este año para que podamos ir en peregrinación. En el simbolismo de una puerta en nuestra vida, simbolismo la eliminación de los obstáculos que tenemos en nuestra vida de fe.  Durante este Año de Misericordia, oremos que los obstáculos de debilidad personal, la tentación y el pecado serán eliminados de manera que vamos a tener una santa unión con nuestro Señor.
       El Papa Francisco, reflexionando sobre el significado de la Puerta Santa, afirmó que "es una puerta que se abre en la Iglesia con el fin de llegar a aquellos que por diversas razones están muy lejos."  El Papa invita a las familias a abrir sus puertas "al encuentro de Jesús, que nos espera con paciencia, y quiere traernos su bendición y la amistad."  El Papa afirma: Una Iglesia que no da la bienvenida o una familia que se cierra en sí misma sería una terrible realidad que va en contra del mensaje del Evangelio de Cristo y hace el mundo más vacío y seco.  Durante este Año de la Misericordia, la Iglesia nos anima a ser mas misericordiosos como el Padre.  En este año, tenemos la llamada de hacer sacrificios y hacer obras de misericordia a nuestro prójimo.  Tendremos una gran cantidad de oportunidades para hacer esto aquí en nuestra parroquia de St James.  Necesitamos animar a todos los diferentes grupos y ministerios dentro de nuestra parroquia para llegar a los otros en nuestra parroquia y en nuestra comunidad en las obras de misericordia.  Todos sabemos los que no van a la misa frecuentemente o que están alejado de la fe católica.  ¡Qué maravilloso sería para llegar a esas familias en este Año especial de la Misericordia?  La puerta de la fe está abierta para hacer una transformación en nosotros.  Las aguas de nuestro bautismo están aquí para ayudarnos a vivir nuestra fe. Tenemos esta invitación para ser misericordiosos como el Padre.  No podemos dejar esta invitación. 



Friday, January 8, 2016

A visit from the Three Kings - St James Catholic Church - Tupelo, Mississippi - Feast of the Epiphany - 1/3/2016






1/10/2016 – The Baptism of the Lord – Luke 3:15-16, 21-22

       Today, we bring our holy season of Christmas to a close with our celebration of the Baptism of the Lord.   We all know about the Sacrament of Baptism, the primary sacrament of initiation and the gateway into our Catholic faith. When I was going through the RCIA process prior to becoming Catholic, I remember pondering the significance of Jesus’ baptism.  Since John the Baptist was calling the people of Ancient Israel to be baptized and to repent for their sins and to prepare for the coming of the Messiah.  Yet, Jesus himself was the promised one whose path John the Baptist prepared.  Jesus, indeed, had no sins to repent from.  Nevertheless, Jesus comes to the waters of the Jordan River to be baptized.  Jesus’ baptism shows his solidarity with sinful humanity.  Jesus reveals himself as part of the unity of the Holy Trinity, as the voice of the Father comes from the heavens to proclaim Jesus as his son, as the Holy Spirit descends as a dove to bless this event.  As we celebrated the Good News of Jesus being announced to the world in the visit of the Magi to Jesus and the Holy Family, as we celebrate the graces we receive from God through Jesus and through the waters of our baptism, we continue to learn about what the Christmas miracle is all about.
      Jesus, God made flesh, brought into the world into the humble manger in Bethlehem, is the door through which we enter our life of faith.   I thought about the beautiful new doors that we put up in our church here in Tupelo last spring. We had several parishioners who dreamed of putting these beautiful new doors up in our church.  I am amazed as to what a difference they make.
       Several years ago Pope Benedict XVI issued the apostolic letter entitled Porta Fidei – The Door of Faith.  Pope Benedict explained that the door of faith is always open for us, ushering us into the life of communion we have with God and offering us entry into his Church.  We cross the threshold of the door of faith when the word of God is proclaimed to us and when our hearts allow us to be shaped by God’s transforming grace.  To enter into the Door of Faith, to receive new life in Christ through the waters of baptism, we enter into a journey that is to last a lifetime. 
       This links us to the Year of Mercy that we celebrate this year in our Catholic faith as declared by Pope Francis.   The Year of Mercy started with an open door as well - a very special open door. There is a Holy Door at St Peter Basilica in Rome.  It had been enclosed by a brick wall since the last Jubilee Year in the 2000.  Workers removed the wall brick by brick.   The doors are only opened during jubilee years so that pilgrims can enter through them in order to gain the plenary indulgence connected with the jubilee.  The rite of the opening of the Holy Door is intended to symbolically illustrate the idea that the Church’s faithful are offered an “extraordinary path” toward salvation during the time of jubilee. We also have a special Jubilee Door in our cathedral in Jackson that will have a special significance for the faithful in our diocese this year to which we can go on pilgrimage. Think of the symbolism of a door, of how when the obstacles of passage to our Lord are removed.  During this Holy Year of Mercy, we hope and pray that the obstacles of personal weakness, temptation, and sin will be removed so that we will have a holy union with our Lord. As the workers chipped at those bricks that enclosed that door, removing them brick by brick, we are to chip away at all those things that keep the Door of Father closed to us.  
        Pope Francis, reflecting on the meaning of the Holy Door, stated that “it's a door that opens in the Church in order to reach out to those who for many reasons are far away.”  The Pope invites families to open their doors “to meet Jesus, who waits for us patiently, and wants to bring us his blessing and friendship.”  The Pope asserts: A non-welcoming Church or a family closed in on itself would be a terrible reality that goes against the Gospel message of Jesus Christ and makes the world more empty and dry.  During this Year of Mercy, we are encouraged to be merciful like the Father.  We are to make sacrifices and to go out of the way to perform works of mercy and to reach out to others.  We are going to have a lot of different opportunities to do this here at St James.  And I encourage all the different groups and ministries within our parish to reach out to others in our parish and in our community in works of mercy.  We all know those who we don’t see at mass or who have perhaps have lapsed away from the Catholic faith.  How wonderful it would be to reach out to those families in this special Year of Mercy.  May the Door of Faith and the permanent transformation we have within us from the waters of our baptism help us to re-energize us in our life of faith and to be merciful like the Father. 



It is all about this one word - FAITH


Smash burger at the Neon Pig - Tupelo, Mississippi





The Smash burger at the Neon Pig in Tupelo is considered by some surveys the favorite burger in the state of Mississippi and even won a national context for the best burger in the nation.  Even though it is just a couple of blocks from my residence, and even though I am a big fan of hamburgers, I had never been before.  I had lunch there last week on December 31 before all my New Year's masses.  It is definitely a great burger.  

Our Lady of Guadalupe - St Matthew Catholic Church - Ripley, Mississippi



The stones tell the story - Peace Prayer of St Francis of Assisi - Make Me an Instrument of your Peace


Gathering of pilgrims - Jackson, Mississippi - January 7, 2015



Last night, I traveled to Jackson, Mississippi for a gathering of pilgrims who had journeyed to the Camino of Santiago in Spain.  Some of us went together.  Many of us have gone multiple times.  All of us are very compassionate about the Camino and about our identity as pilgrims.  I journeyed in the spring of 2012 with Claudia, Hallie, Lyons, and Celia (who was not able to make it to our gathering.)  I later went back to Spain in the winter of last year to walk the pilgrimage route, and I leave again on January 17.  I want to thank all these wonderful people for their friendship and their enthusiasm and the way they live out their faith in so many different ways.  Thank you, Claudia, for hosting us in your home last night.  What a wonderful gathering it was. 

Saturday, January 2, 2016

1/7/2016 – Thursday after Epiphany – Luke 4:14-22

      Often we want to tame or domesticate the Gospel message.  When Jesus makes one of his first public proclamations, he quotes from the prophet Isaiah – he has come to bring glad tidings to the poor, to proclaim liberty to captives, to recover the sight of the blind, and to let the oppressed go free.   The Gospel readings during the daily masses during the Christmas season help us understand why Jesus came into the world in that humble manger in Bethlehem.  Perhaps the Gospel message we hear today makes even more sense to us in the context of the works of mercy that we are called to do in the Year of Mercy.  I think we are all familiar with the seven corporal works of mercy, which include feeding the hungry, giving drink to the thirsty, and visiting the sick and the prisoner.   However, there are also seven spiritual works of mercy that are perhaps a bit more unfamiliar to us.  Connected to what Jesus proclaims from the prophet Isaiah, we are told to comfort the afflicted, counsel the doubtful, bear wrongs patiently, and forgive offenses willingly.   Taking these spiritual works of mercy at face value, they seem to not only challenging but almost impossible.   How can we let the oppressed go free?  How can we bear wrongs patiently in a society that preaches saving face and getting revenge?  Perhaps we are to help those who are oppressed find self-worth and dignity and respect, to help them help themselves.  Perhaps being patient in an impatient world is one of the greatest witnesses of all, especially if our patience is an outgrowth of our faith.   I am really excited about the Year of Mercy, of all the challenges and lessons we will hopefully discover this year.  May we not try to water down the Gospel message.  May we try to meets its challenges.